Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Gaitán

El dolor

Es muy difícil definir el dolor, solo "quien lo probó lo sabe"

Todos sabemos del dolor, nacemos con él. Pero es complejo explicarlo. No habrá cosa más difícil de definir que un dolor de muelas. En esto, como en aquel soneto de Lope, sólo "quien lo probó lo sabe".

Sin embargo la ciencia lo ha intentado. Había una definición que no resultaba, al parecer, lo bastante precisa, y ahora, después de un par de años de trabajo y estudio por parte de un grupo en el que han intervenido médicos, filósofos y lingüistas, la cosa ha quedado en que dolor es "una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial".

Me queda algo lejana esta definición, y eso a pesar del bellísimo adjetivo "tisular", que viene del viejo latín tissu, "tejido", y hace referencia a los tejidos del organismo, pero se deja atrás los tejidos del alma.

En estos días hemos leído un comunicado oficial del rey emérito en el que dice marcharse de España "con profundo sentimiento". No me sorprende que no hable de dolor, acaso porque no lo haya pues puede volver cuando quiera. Y me he acordado del dolor, este sí auténtico, de quienes hace ya ochenta y un años perdieron España y se tuvieron que ir sin posibilidad de regreso. Aquellos que, no pudiendo escribir comunicados oficiales, dejaron el dolor reflejado en sus obras.

No hay un poemario del exilio más dolorido que Primavera en Eaton Hastings, de Pedro Garfias. Pablo Neruda, en su Confieso que he vivido, cuenta las circunstancias de esa primavera: "€Pedro Garfias fue a parar en el destierro al castillo de un lord, en Escocia (€) Garfias iba cada día a la taberna del condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, bebía melancólicamente. Este parroquiano mudo llamó la atención del tabernero. Una noche, cuando ya todos los bebedores se habían marchado, el tabernero le rogó que se quedara y continuaron ellos bebiendo en silencio (€) Se hizo un rito esta invitación. Cada noche Garfias le contaba toda la guerra de España. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio, sin entender una sola palabra. A su vez, el escocés comenzó a contar sus desventuras. Garfias tampoco entendió una palabra. Sin embargo, la amistad de los dos hombres solitarios que hablaban apasionadamente cada uno de sus asuntos y en su idioma, inaccesible para el otro, se fue acrecentando. Cuando Garfias debió partir para México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción que los unía tan profundamente era la separación de sus soledades. —Pedro —le dije muchas veces al poeta—, qué crees tú que te contaba? —Nunca entendí una palabra, Pablo, pero cuando lo escuchaba tuve siempre la sensación, la certeza de comprenderlo. Y cuando yo hablaba, estaba seguro de que él también me comprendía a mí".

Y es que, finalmente, el dolor solo lo comprende otro dolor, a condición de que este sea verdadero, que no siempre es lo mismo que real.

Compartir el artículo

stats