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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Sánchez expulsa a Juan Carlos I

Tanto PP como el PSOE respaldan a la monarquía para mantener congelado el sistema turnista que les asegura el poder

El comunicado de la Casa Real donde figura la decisión de Juan Carlos I de salir, por el momento, de España, es el resultado de la presión de Sánchez, no de su gobierno, a la vista están los desacuerdos de los ministros de Unidas Podemos, sobre Felipe VI. No es, por tanto, la salida del emérito ni un exilio ni una huida, sino una expulsión en toda regla a instancias de Sánchez.

La rueda de prensa del martes de Sánchez, como todas las anteriores, no fue sino propaganda. La actuación puede calificarse como el culmen del narcisismo de un personaje que ha ido perfeccionando la técnica logorreica de no decir nada. Eso sí, la de un hombre que, ante el micrófono y la prensa, está encantado de conocerse, se gusta y se permite esquivar el peligro de dar información a la opinión pública, espetando a los periodistas, con sonrisa Profidén, que entiendan que no les va a dar titulares. Es una nueva forma de ocultar la opacidad de su gestión. Es extraordinaria la capacidad del personaje para el embuste. Se permite citar hechos incontrovertibles para, a continuación, presentar conclusiones que sólo responden a sus personales intereses. Un ejemplo es citar la situación actual del país afrontando la pandemia del coronavirus como la circunstancia más grave y excepcional en más de un siglo. Para que se nos entienda, a la luz de sus palabras, más grave que la Guerra Civil. Lo cual no es sino la base argumental sobre la que sostuvo que, manteniendo la hoja de ruta acordada con Podemos que posibilitó la elección democrática del actual gobierno, la tarea más urgente es confeccionar unos presupuestos que permitan la reconstrucción de España. Va a hablar con todos los partidos y los españoles podrán ver quiénes van a arrimar el hombro y quiénes no. Todo el discurso es puro embeleco. Lo que quiere es azuzar a los votantes contra los partidos que se resistan rendirse a sus exigencias. Si es verdad que vivimos la tragedia más dolorosa en más de un siglo, entonces la conclusión lógica no es rendir pendones ante el César socialista, sino hacer lo que en situaciones muchísimo menos graves han realizado países como Alemania: O bien un gobierno de concentración, o bien un gobierno que disponga de una mayoría parlamentaria suficiente que aborde las reformas reclamadas por la UE, en clara incompatibilidad con la hoja de ruta acordada con UP y también con las exigencias de las fuerzas independentistas; una mayoría con PP y Ciudadanos, los partidos a quienes se les exigiría arrimar el hombro so pena de excomunión política.

El secretario general de un partido en teoría republicano como el PSOE, declara plenamente vigente el pacto constitucional, cuando ya han desaparecido el resto de partidos que lo acordaron, o están congelados, como el PCE. En realidad, el verdadero sostén de la monarquía es el PSOE, como se encargó de demostrar Rubalcaba en la abdicación de Juan Carlos I en 2014. Para rematar sus argumentos Sánchez proclama que no se juzgan instituciones, se juzgan personas, en línea con todos los monárquicos: si un presidente de una democracia, o cualquier otro cargo institucional, es indigno, ¿vamos a acabar con la democracia? El argumento es falaz. Elegimos a otro. Entonces, ¿por qué cuestionar a Felipe VI, diferente a su padre? Es sencillo. Uno de los elementos fundamentales es que la Constitución consagra la figura del Rey con la vitola de la inviolabilidad. Se juzga la institución monárquica al considerar que, por muchos que hayan sido sus servicios al país en el pasado, son sus privilegios, independientes de quien la encarnan los que la han conducido a un callejón del que no se ve salida; unos privilegios que se mantienen con Felipe VI. Son sus escándalos de corrupción económica (nada que ver con los protagonizados por la familia real británica) los que la deslegitiman, no el empuje republicano.

Frente a la posibilidad de que los españoles se pronuncien en referéndum sobre monarquía o república, se argumenta por monárquicos y derecha en general, que lo que realmente se quiere es acabar con un sistema que reconcilió a los españoles; o bien que es el programa para derribar la democracia liberal. Falso. Desde Zapatero y las leyes de memoria histórica, sabemos que el odio entre españoles y la pulsión para alterar los resultados de la Guerra Civil siguen vigentes. La ofuscación de Sánchez y el PSOE contra cualquier posibilidad de acuerdo con la derecha lo ratifican.

Ningún referéndum para elegir la forma de Estado, la voluntad de los ciudadanos, puede identificarse con la destrucción del sistema democrático, sino al revés, su fortalecimiento. Ni toda la derecha es monárquica ni toda la izquierda es partidaria de una república bolivariana. Simplemente, tanto PP como el PSOE respaldan a la monarquía para mantener congelado el sistema turnista que les asegura el poder.

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