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Los infelices

Todos los días se ve uno frente a ingentes cantidades de ejemplos de falta de coherencia y en número que daría para llenar páginas

Algunos seguimos conservando en nuestros estantes libreros un ejemplar de aquel antiguo google lingüístico denominado diccionario, en concreto el de la Real Academia, cuya consulta sigue siendo altamente recomendable tanto para comportamientos gramaticales como éticos. Y no niego que acudo a él siempre que me veo en apreturas interpretativas del lenguaje. En una de esas incursiones me hallo frente al término "coherencia" y de él en su segunda acepción dice la RAE, que es la actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan; no me digan que no es una sentencia contundente y no solo etimológicamente sino también en otros ámbitos diarios de nuestro entorno.

Y es que todos los días se ve uno frente a ingentes cantidades de ejemplos de falta de esa predicada actitud lógica y consecuente, y en número que daría para llenar páginas y páginas, permítanme solo tres ejemplos:

El primero es esa corriente que corre ahora a la brama, como se diría en la lengua de Espriu, de que lo que pueda haber cometido un miembro de una institución o familia, como si fuera una maldición bíblica, debe recaer sobre los lomos de todos sus allegados y sobre la institución misma de la que forman parte. A todos Ustedes no se les habrá escapado que me refiero al asunto del Rey Emérito. Les habló desde una postura escasamente forofa de la monarquía, lo cual no me califica como antimonárquico al uso actual y por ello se me ocurre alguna que otra aplicación de esa necesaria coherencia; en ese sentido deberán los trompeteros de esa corriente antimonárquica convenir que si el comportamiento de una persona adscrita a una institución debe poner en duda la validez de la misma esa misma herramienta debe emplearse en el mismo caso y en todas las instituciones del Estado. La coherencia aconseja que si por la reprobabilidad, aún no constatada, de un ex monarca, debe ponerse en solfa la validez de toda la institución, no otra cosa habrá que hacer cuando el réprobo es un presidente de Republica, de Parlamento, de Gobierno autonómico y demás caletres institucionales; de seguir ese coherente comportamiento habrá que poner en tela de Juicio el parlamentarismo, el autogobierno autonómico y de ahí abajo todos, hasta poner en tela de juicio el mismo sistema democrático, que tanto parecen preciar algunos, cuando les conviene. Eso es coherencia.

Casi al hilo de lo anterior se nos presenta otra aplicación de la coherencia; el Molt Honorable Sr. Torra, en base a esa sospechada conducta negocial del otrora Jefe del Estado, parece que ordenó el estudio de una querella contra el Emérito por corrupción; el President, tiene mirada larga pero es algo miope en cercanías; se apresta a lanzar sus furias contra el lejano Borbón centralistas por sus asuntos en Suiza y Arabia pero no mueve un dedo contra la familia real de la Generalitat, con sus conexiones en Andorra y América, por sus asuntillos cuasi religiosos de la Madre Superiora, el Capellán de la Parroquia y los demás hermanos y hermanas de la congregación de la religión del prior Mossen Jordi, como tampoco le preocupan otras "mangarrufas" más autóctonas de algunos de sus cercanos, por aquello de que lo de los míos mejor no menearlo. Si el Molt Honarable fuera coherente se esperaría de él igual reciedumbre con los comportamientos corruptos que le son más cercanos. No esperen coherencia en éste caso.

Y como no hay dos sin tres, dediquemos una miradita a los castizos anticasta; la militancia de podemos debe navegar en un mar de confusiones viendo los avatares de algunos de sus carismáticos lideres; los que antes eran acérrimos defensores de la administración a los otros de su jarabe democrático del achuchamiento popular al adversario se declaran ahora ofendidos por recibir un igual o parecido medicamento; los que afeaban a los enemigos del pueblo sus comportamiento financiero parece que tiene ahora más secretos que una novela de Dª. Agatha; los que antes defendían la sencillez y la austeridad, se mueven como pez en el agua en el mundo inmobiliario y en la compra de vivienda nada proletarias; los admiradores del Juego de Tronos, hasta el punto de obsequiarle al Jefe del estado, según recuerdo un ejemplar de la serie, son intérpretes a diario de la misma. Pero como dice nuestro refranero, una cosa es predicar y otra dar trigo.

Y hay muchos más ejemplos.

Decía Ghandi que la felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos; Si el de Portbandar tenía razón no cabe duda que estamos regidos, dirigidos y gobernados por una panda de infelices. Qué pena.

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