Llueven virus sobre mojado Lluvia fina escribe Luis Landero, que dice que hay algo en las palabras que ya de por si, entraña un riesgo, una amenaza, y no es verdad que el viento se las lleve tan fácilmente como dicen. Y el coronavirus no se lo lleva el viento, ni el verano, ni el confinamiento, ni los brotes, ni las mascarillas,....

El coronavirus entró en España y se comenzó a extender silenciosa y rápidamente (como la lluvia fina) mucho antes de que fuera detectado, gracias, en gran parte, a la demolición que se ha ido haciendo a lo largo de los años de la salud pública.

Pero empezó a llover a cántaros, incluso a mares y así, el SARS-Cov-2 nos generó el mayor cambio habido en los últimos cien años. Nos confinó en la casas. Mató a mucha gente. Tensó al sistema sanitario. Causó mucha enfermedad y dolor. Generó tensión en muchas familias. Causó dolor en muchas ciudades y pueblos. Y parecía que le ganábamos, pero la realidad es que ni se fue ni le hicimos el caso que debíamos hacerle. Y ahora volvemos hacia un sitio que no sabemos cómo salir de él.

Con tanta lluvia y tanta agua, mi mensaje en estos meses ha sido de precaución, de prudencia y de parsimonia; también de ir poco a poco, de no correr, de tomar las medidas necesarias e ir cambiando de fase a ritmo lento. Y mientras yo decía eso, algunos políticos me tachaban de estar tapando sin ningún tipo de argumento las acciones de quienes gobiernan. Pero seguía lloviendo aunque poco a poco iba amainando.

Y la realidad es que convivimos con el virus sin saberlo en febrero (quizás un poco antes) hasta que tras los primeros casos identificados, la epidemia estalló descontroladamente a principios de marzo cayendo chuzos de punta. Y en julio probablemente hemos retrocedido a situaciones que habíamos pensado superar a golpe de pedal y a toda marcha, lloviendo de nuevo pero ahora sobre mojado.

¿Y cómo fue este proceso de tanta lluvia en tan poco tiempo? Todo parece ser que entre la movilidad interna, los viajes desde Madrid y Euskadi a otros territorios, las plazas en las residencias de mayores y el porcentaje de sanitarios infectados fueron las variables que explican el ascenso de la curva desde el mes de marzo y abril, aunque con diferente incidencia en cada una de las comunidades y con un número de fallecidos que nos sorprenden cada día más. Entre ellos, la población, la tasa de plazas residenciales por cada 100 mayores de 70 años, el flujo de pasajeros, la densidad de carreteras y vías ferroviarias o el estado general de salud de la población... Así, a nivel nacional, el incremento de una plaza en residencias, duramente golpeadas por la Covid-19 con miles de fallecidos en todo el país, por cada cien habitantes mayores de 70 años implicó un crecimiento del riesgo de coronavirus del 17% según algunos estudios. Es decir, las comunidades con más plazas de residencias por habitante de esa edad soportaron más riesgo. Por otro lado, un aumento del 10% de personal sanitario infectado aupó el riesgo un 6%. Es decir, el nivel de riesgo infectivo por la movilidad interna, el porcentaje de personal sanitario infectado, las plazas en residencia por 100 personas >= de 70 años y el riesgo infectivo de la movilidad externa proveniente del País Vasco y de Madrid marcaron la intensidad de su efecto. En cuanto a la movilidad, mirando el riesgo infectivo de la movilidad interna y externa, los desplazamientos dentro de cada comunidad autónoma, como los de Madrid y País Vasco hacia el resto de territorios, por ser estos los dos en los que antes se detectó transmisión comunitaria, las conclusiones apuntan a que un crecimiento de la movilidad interna del 10% supuso un aumento del riesgo del 9% y de entre el 4% y 7% en el caso de la externa desde Madrid y País Vasco. Este factor ha tenido un peso relevante en la incidencia de la enfermedad, al igual que las plazas en residencias o la proporción de sanitarios contagiados. La explicación hay que buscarla en la gran vulnerabilidad al virus que presentan las personas mayores de 70 años, con una mayor tasa de fallecimientos y cuadros clínicos más graves, y la falta de contención en residencias de ancianos y hospitales o centros de salud. Ante el colapso de los centros sanitarios, en algunas comunidades como Madrid o Castilla y León se llegaron a aprobar protocolos de triaje que bloquearon la atención sanitaria de los mayores procedentes de residencias.

Al mismo tiempo, muchos de los que deberían haber podido usar los chubasqueros, fueron de los que más se mojaron. Así, los/as médicos/as, auxiliares o enfermeras infectados con un 20% del total de los positivos, ha sido un número muy alto desde el inicio de la epidemia. Por lo que su influencia se asocia a haber sido un eslabón más en la cadena de transmisión, especialmente en los primeros días de la epidemia, cuando no se implementaban estrictas medidas de protección e higiene. La falta de equipos de protección ha sido una de las mayores demandas de profesionales, colegios y sindicatos durante la emergencia, y no solo cuando el virus aún no se había detectado, sino en el peor momento de la misma.

Lloviendo y lloviendo a tope, han experimentado un impacto similar, Madrid y Catalunya que forman uno de estos grupos. Los especialistas ya habían apuntado a que en ambos territorios, de los más castigados por la pandemia, el cóctel de movilidad y densidad de población había sido explosivo: el principal factor que explica cómo se disparó la curva fueron los desplazamientos internos, seguido del porcentaje de sanitarios contagiados. El siguiente grupo lo forman Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunitat Valenciana, Navarra y Galicia, donde tienen más peso el número de infecciones entre profesionales de la salud y las plazas de residencias; por último, el resto están incluidas en un tercer grupo, donde los efectos de las variables no han sido tan elevados. Sin embargo, se trata de una aproximación porque hay diferencias entre unos territorios y otros: en Castilla-La Mancha, por ejemplo, fue muy significativo el impacto de los sanitarios contagiados, igual que en Galicia o en la Comunitat Valenciana, mientras que en Castilla y León, el factor más claro fue el del número de plazas en residencias de mayores.

Pero está lluvia, no fue en todos sitios la misma. En cuanto al riesgo que pudo suponer la movilidad desde Madrid o el País Vasco hacia el resto de autonomías, destacan los resultados de Aragón y La Rioja, que se vieron bastante influenciados por los movimientos desde la comunidad vasca. Por otro lado, los viajes desde Madrid no fueron la variable más influyente en ninguna de las 17 comunidades, pero sí han sido un desencadenante importante. De hecho, el estudio de seroprevalencia mostró que los territorios que rodean a la Comunidad de Madrid (Cuenca, Guadalajara o Segovia) fueron algunos de los que presentaban un mayor porcentaje de personas que había pasado la enfermedad, con tasas que superan la media nacional. La llamada tasa de disparo de la pandemia en cada territorio, es decir, el día exacto en el que el número de casos rebasó el umbral de 5 por cada 100.000 habitantes, la horquilla va desde el 8 de marzo hasta el 20 del mismo mes, pero hay gran variabilidad entre comunidades porque el ritmo fue diferente en cada una: Madrid fue la primera en alcanzar la tasa de disparo, el 24 de febrero, seguida de La Rioja y País Vasco, donde llegó el 27 y 29 de febrero respectivamente. Los tres territorios fueron escenario de los primeros focos de infección detectados. En Valdemoro y Torrejón, en el caso de Madrid, y en Vitoria a raíz de un funeral al que también acudieron vecinos de Haro, en La Rioja, una de las primeras localidades en cuarentena. Por contra, los lugares a los que más tarde llegó fueron Asturias, Galicia, Murcia, Ceuta y Melilla.

Hubo sin duda, días para recordar. El día en que el mayor número de casos fue reportado y a partir de ahí la curva comenzó a descender una vez implementado el confinamiento generalizado de la población a partir del 15 de marzo, con la declaración del estado de alarma donde destacan Asturias, Canarias y Melilla que fueron los tres territorios en los que este periodo de ascenso de casos duró menos (ocho, diez y seis días respectivamente) y las últimas en dejar atrás esta fase fueron Ceuta, Extremadura y Aragón. Sin embargo, los lugares que más tiempo experimentaron el ascenso de la curva de positivos fueron La Rioja, que llegó a estar en esta situación 22 días, Madrid (21), y Euskadi y Ceuta, donde se alcanzaron los 20. El día de estabilización de los casos, antes de la llegada de los rebrotes actuales, se sitúa entre finales de abril y principios de mayo, siendo la primera Canarias, el 20 de abril, y la última Extremadura, el 10 de mayo.

Toda esta lluvia desde febrero hasta junio debería habernos ayudado a preparar cada CCAA con:

1. Salud Pública y Atención Primaria reforzados y solventes.

2. Inspecciones de trabajo para asegurar las medidas en los temporeros.

3. Políticas sociales y económicas para proteger los ingresos de la gente.

4. Investigación para combatir y prevenir la infección por el SARS-COV-2.

5. Contratación de rastreadores suficientes para poder hacer un seguimiento adecuado de los casos.

6. Planteamiento de medidas de cada CCAA con los jóvenes, los botellones, la noche, el número de personas en reuniones en bares,...

7. Poner encima de la mesa protocolos para que las reuniones familiares no se convirtieran en un problema cómo hacerlo con poca gente, en zonas ventiladas o mejor terrazas o patios y con lavado de manos al llegar, no abrazos y mascarilla para minimizar.

8. Estudiar medidas más coordinadas que permitan abordar con más facilidad los brotes existentes.

La realidad es que tenemos un verano con medidas que en mayo/junio no creíamos que se iban a poner en marcha, con decisiones del gobierno británico que nos machacan aún más el turismo y con unas perspectivas económicas que, si no es por Europea, estarían muy por debajo de los mínimos esperados.

Todo eso ahora nos acerca a un nuevo modelo de gestión donde CCAA y gobierno central, trabajen juntos en proceso de cogobernanza, para que las medidas sean consensuadas, sirvan (tras discutirlas) para todas y ayuden a que la población española tenga más claro que hacer y cómo defenderse desde la responsabilidad individual, además de la grupal ante este virus. Y teniendo en cuenta que quienes tienen que actuar para amainar, esperamos que lo hagan. Lo necesitamos, aunque para sacar el paraguas, es necesario el empuje de todos y todas.

Hacer muchas de estas cosas nos ayudaría a tratar mejor la lluvia, a no dejar que caiga la lluvia a mares o que en determinadas zonas, no caigan chuzos de punta. Es necesario que sepamos cómo va a caer, además de saber todas estas cosas para que nos ayuden a plantearnos cómo actuar en estos momentos y más cuando estamos subiendo de forma acelerada en el número de contagios y que llueve y mucho en algunos sitios sobre mojado, y además cuando algunos de los que tienen que trabajar para minimizar esta situación, no han sido contratados unos o están muy cansados otros.

Necesitamos paraguas, quien sepa abrirlos, o quien sepa utilizarlos adecuadamente para que este virus no haga más daño en nuestras vidas. Con cobernanza, con medidas que ayuden y con coordinación entre CCAA. Y más seguramente, algunas cosas más.