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Bernat Jofre

Turismo: ¿Nuevo paradigma?

Este 2020 será recordado como aquél que paró el modelo económico basado en la escala, el desarrollismo y la lucha de la rentabilidad al precio que sea. No lo ha conseguido mediante multitudinarias manifestaciones o sesudos estudios ante la ONU. Sino por la aparición de una bacteria vírica, el Sars-Cov-II.

Lo que en tiempos no tan remotos hubiere sido una epidemia local por la poca comunicación entre continentes, ha devenido pandemia global justamente por su exceso. También por el sorprendente negacionismo de algunos líderes de talla mundial. La respuesta colectiva -el confinamiento por ciudades, regiones y naciones- ha paralizado la gran mayoría de los ámbitos productivos. Pero que el turismo y la aeronáutica han sido los grandes perjudicados del virus es un hecho consumado. En países sin gran dependencia de los citados, los daños por dicha operativa pueden ser colaterales.

Pero en potencias de ambos o uno de ellos la lista de perjudicados puede ser larga. Muy especialmente en zonas no ya dependientes de las divisas de la actividad turística sino de mercados emisores externos. Tal como nos demuestra el estudio European travel trends report de la consultora británica Christie&Co, son los países mediterráneos los más dependientes del mercado internacional. Muy especialmente sus archipiélagos -aquí se incluye a Canarias-, dedicados al monocultivo del turismo como eje principal de sus respectivas economías. Todos con un nexo común: contar necesariamente con una masa crítica mínima de tráfico aéreo. Sin aeroplanos, la sostenibilidad insular deviene una quimera. La situación se agrava cuando los diferentes gobiernos de grandes emisores (Centroeuropa, Reino Unido, Escandinavia) bonifican a la ciudadanía una parte de sus vacaciones estivales si tienen lugar en la propia nación. Otra razón a tener en cuenta es la diferencia de capacidad de ahorro entre clases trabajadoras. Los relativamente holgados salarios del norte del frente a sus vecinos del sur de Europa marcan la diferencia. Lo mismo pasa en América: a mayores sueldos mínimos, más consumo. Las prohibiciones a viajar entre países de la Unión Europea y algunos del resto del mundo han hecho el resto para justificar la larga lista de cadenas hoteleras y aerolíneas clausuradas estos dos últimos meses. “La puntilla al transporte de pasajeros en Sudamérica y Europa”, en palabras del Líder en aeronáutica de KPMG en Chile, el español Eliseo Llamazares.

Gracias a otro estudio elaborado por el gabinete de estudios turísticos estadounidense STR observamos el mismo comportamiento en la zona caribeña y sobretodo Pacífico-índia. Sin transporte humano, los resort de gran lujo en las coralinas playas del Índico quedan como una anécdota constructiva. Lo mismo se puede decir de las enormes moles hoteleras chinas, estadounidenses o caribeñas. Normalmente situadas en localizaciones privilegiadas, alguna con capacidad para 6.000 habitaciones. ¿Qué futuro pueden tener esas aglomeraciones humanas, símbolo de la rentabilidad,en tiempos del turismo del hidroalcohol y guantes? Una incógnita. Como interrogante puede ser la pérdida de competitividad económica de los hoy prósperos destinos de descanso si no se encuentra una vacuna en un período razonable de tiempo. Que puede conllevar a su vez una pérdida en cuanto a población y por ende una posible minusvalía del precio de sus bienes raíces.

Todos los tipos de turismo se han visto afectados: desde el que se puede dar en un atolón hasta el cultural de élite. Las sinfónicas del mundo entero han callado ante la imposibilidad de celebrar conciertos y giras, una de sus fuentes de financiación más importantes. Así como las grandes pinacotecas: sin público ni préstamos de lienzos -últimamente,su gran razón de ser- para exposiciones en otros foros museográficos.

Ha sido durante estos meses de confinamiento cuando han surgido las primeras voces que han alertado con datos fríos y claros de que el verdadero tema no es la manera en cómo acabaremos la temporada 2020. Sino el modo en cómo afrontaremos nuestros viajes. Bien sean estos por vacaciones, bien por negocios. Es decir, bajo qué paradigmas deberán orientarse a partir de ahora los sectores turístico y aeronáutico.

Voces que reclaman decisiones. Algunas, muy duras y difíciles. Pues tal como ya avisara el nada sospechoso de izquierdista Gian Maria Milessi-Ferretti (número dos del Servicio de Estudios del Fondo Monetario Internacional), lo más probable es que debamos repensar muy bien el futuro del turismo. No se trata de que las mascarillas ahuyenten reservas. Es que se lo más sensato es que entremos en otro concepto productivo y social. Y no todo el mundo (algunos políticos, agentes sociales y empresarios parecen no querer moverse de su particular zona de confort) parece haberlo entendido. Según Inmaculada Ranera Blasco, directora general de Christie&Co en la Península Ibérica, la clase política debería poner las herramientas necesarias para facilitar los cambios de usos en las no pocas sobreras plazas hoteleras que se van a detectar en no poco tiempo . Según la ejecutiva catalana, dicha mutación no debería estar encaminada únicamente de turístico a residencial.

Como complicada resolución puede ser la que afecte a la intervención o no en empresas de transporte de pasajeros mundiales. O algunas grandes enseñas turísticas. La pregunta es a qué precio y condiciones entrarían los respectivos Estados en las empresas en dificultades. O las condiciones de tipo fiscal en caso de venta de la sociedad: lo que se quiere evitar son subvenciones a reconocidos evasores de la Hacienda pública.

Lo que parece estar muy claro en Bruselas es que no se volverán a dar cheques en blanco al empresariado español con el precedente del no retornado rescate bancario español, tema que aún chirría en las reuniones de los Veintisiete. Es muy probable que próximamente se otorguen más fondos a España e Italia. Cierto. Pero va a ser muy difícil que a cambio de nada.

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