Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Euskadi, Galicia: nueva y vieja política

Las elecciones vascas y gallegas han confirmado la estabilidad de ambos modelos, el uno gobernado por un Partido Popular sui generis, que sin ser nacionalista es tan regionalista que oculta los símbolos estatales para resaltar su autoctonía, primero con Fraga, después con Núñez Feijóo; el otro, en manos del PNV, abrumadoramente mayoritario pero que como siempre no alcanza a gobernar en solitario pero tiene la inteligencia de buscar la transversalidad mediante un acuerdo consolidado con el PSOE.

La palabra clave en ambas comunidades históricas es, pues, continuidad, pero los resultados de este domingo son susceptibles de diversas trasposiciones a escala estatal, lo que les confiere un significado más amplio.

De un lado, el PP puede arrogarse legítimamente el indiscutible éxito gallego, la preservación del único gobierno autonómico que descansa sobre una mayoría absoluta. Pero quien merece en este caso los laureles no es el presidente del PP, Pablo Casado, sino quien ha conseguido su cuarta victoria en las urnas, Núñez Feijóo, el barón más potente del partido y referente de moderación, equilibrio, sobriedad y sentido pactista. De hecho, otros dos barones populares que navegan por las mismas aguas, el presidente de Andalucía , Juanma Moreno, y el de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, se han apresurado a felicitar, con expresivas palabras, a Feijóo, destacando las características mencionadas, que están en las antípodas de lo que Aznar ha sido, es y representa todavía.

Pero si el PP conserva con holgura su feudo gallego, el naufragio de Casado en el País Vasco es demoledor. Como bien se recordará, el sucesor de Rajoy al frente del PP descabalgó del liderazgo vasco a Alfonso Alonso, un personaje de características y posiciones parecidas a las de Núñez Feijóo, para poner en su lugar a Iturgaiz, quien todavía reconcentra el conflicto vasco con una insana pasión excluyente y radical. Y, para consolidar una inexistente unidad de las derechas, Casado forzó el pacto con Ciudadanos, que Feijóo no aceptó pero que Iturgaiz no tuvo más remedio que admitir, con el resultado bien conocido: si el PP obtuvo 9 escaños en 2016, ahora, en coalición con Ciudadanos, ha conseguido 5. Por añadidura, incapaz de mantener su espacio político en Euskadi, el PP ha hecho sitio a Vox, que logra un escaño por Álava. El fracaso de la operación no es precisamente indescriptible.

De otro lado, la izquierda se ha estrellado en ambas comunidades: el PSOE no ha sacado rendimiento al hecho de estar en el gobierno de la nación y gana un solo escaño (de 10 a 11) en Euskadi, donde será la muleta del PNV, y otro más en Galicia (de 14 a 15), donde pasa a ser tercera fuerza porque ha sido sobrepasado por el Bloque, que ha resucitado hasta los 19 escaños. Quiere decirse que el PSOE no ha recogido las cenizas de Unidas Podemos, que se ha estrellado aparatosamente en las dos comunidades. Las Mareas, segunda fuerza gallega con 14 escaños, han desaparecido literalmente del parlamento; y en el País Vasco, Podemos-IU obtuvo 11 escaños en 2016 y Unidas Podemos ha conseguido ahora sólo 6.

El mayor revés de esta jornada electoral bifronte es en definitiva el experimentado por Pablo Iglesias y su gente. La primera aparición en las urnas tras la coalición con el PSOE ha resultado ser letal para el fundador de Podemos, quien si no tuviera ese asidero gubernamental habría resbalado hacia la irrelevancia. Quizá no le falte razón a Íñigo Errejón cuando la misma noche electoral respondía a un requerimiento por Twitter de un seguidor, "te necesitamos otra vez en Podemos", con una frase lapidaria: "Eso [Podemos] ya no existe. Existe una cosa que se llama UP y que tiene los resultados de siempre de IU".

La debilidad de UP limita de entrada los conflictos en el seno de la coalición gubernamental en el Estado ya que Iglesias pierde capacidad reivindicativa frente a Sánchez, pero no por ello representa un factor de estabilidad para el ejecutivo porque, extrañamente, el PSOE no ha sabido recoger las pérdidas de UP, que han ido al BNG en un caso y al mundo abertzale, en el otro. La izquierda deberá reconsiderar sus equilibrios y sus propias relaciones internas.

Compartir el artículo

stats