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Ya estamos a pedradas

Suele decir Pérez Reverte que en nuestra vieja piel de toro, lo que siempre se ha llevado, lo que se lleva, no es convencer al adversario sino acallar al enemigo, aplicándole para ello si es necesario, y esto es mío, bien la muerte cultural, la civil o bien la física; somos así. Esa pretensión de convertir al otro, al divergente, al no adepto, en un actor de película muda está presente entre nosotros más que nuca, como se demuestra día tras día en nuestros parlamentos, que viene de parlar, lugar en que los electos gastan más tiempo en abucheos, murmullos y demás faltas de respeto al parlante que en dedicar algo más de atención a lo que dicen esos otros, aún cuando sea para poder contra argumentar con cierta solidez sus palabras.

Para huir de esa pandemia de sordera selectiva que nos acecha siempre he procurado escuchar y leer, sobre todo leer, a todo el mundo sin dar demasiada importancia a lo que los anglosajones denominan background, porque siempre se aprende algo de los demás, bien por acercamiento bien por rechazo; es aquello de la cita que se atribuye a Voltaire, pero que tiene partida de nacimiento en la obra de su biógrafa Evelyn Beatrice Hall, “estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo".

Sabe el lucero del alba que los extremismos de todo tipo y color no tienen cabida en mi forma de pensar y por ello no quisiera que se tergiversaran mis palabras, por lo menos sin sopesarlas adecuadamente antes de tal labor y que por ellas no me cuelguen un etiqueta errada en base a razones equivocadas, vicio también muy nuestro. Dicho lo cual, leo la gacetilla de que hace unas pocas fechas en un mitin de un partido de extrema derecha algún individuo seguramente de igual extremismo, al parecer lanzó algún objeto que impactó en la ceja de una diputada causándole una herida; luego conozco que a las pocas horas y en esa otra arma arrojadiza en la que se ha convertido twitter otro actuante de la clase política de igual o parecido extremismo, se pronunció, no condenado cualquier agresión física de haberse producido, sino negando que tal fuera con el solo argumento de que la de la herida se había conseguido a través de artístico maquillado con kétchup, que seguramente llevaría en el bolso de una anterior visita a un McDonalds, lo del McDonalds también es mío, todo sin tan siquiera hacer un mero comentario sobre lo inadecuado de la violencia. Y que luego se han añadido comentarios de otra representante de algún otro grupo político, ahora menos letal, en el sentido de que los colegas de la de la herida tan solo vienen a provocar, lo que por demás pensaba yo, seguramente equivocadamente, era parte integrante de la labor de los políticos profesionales; pero claro igual que para que haya corruptos es necesario que existan corruptores, para que haya provocadores debe existir la figura del fácilmente provocado.

Hasta aquí nada nuevo, forma parte de la coherencia de que si lo hago yo está bien pero si lo hacen los otros son unos provocadores, que tanto gustan a esos extremismos; pero hay una parte de ésta pequeña historia cotidiana que me ha llamado la atención; uno de los citados políticos comentaristas de aquel hecho pertenece a un partido con un acendrada, dicen, personalidad feminista, sin embargo en éste caso el dicho twittero ha entendido que la dama agredida es una mentirosa; eso viniendo de una agrupación política, por cierto que atronador se antoja el silencio de la titular del ramo ante esa concreta agresión, que jamás admite la posibilidad de que las mujeres que denuncian agresiones masculinas puedan tener para ello razones ocultas no deja de chirriar, porque el tal opinante debiera comprender que ese argumento valdría, debiera valer, para todos los casos en los que algún energúmeno agrede a una señora, porque si no es así habrá que convenir que el rechazo de algunos a las agresiones a féminas va en función, no de a qué palo pertenece el que agrede o a qué cuerda se corresponde la agredida y eso es muy poco democrático.

Sé que me meto en aguas turbulentas pero al caballero del kétchup le diría que en mi vida profesional he podido conocer de casos en los que por mucho menos que lo denunciado por la señora herida en Sestao, se solicitan de la Justicia, y a veces se consiguen, muchos meses y hasta años de prisión, y no voy a entrar en el debate jurídico de aquello de la relación de pareja necesaria para tal especial tipo delictual sea contemplado; pero lo importante es establecer que quien agrede a un semejante, sea éste varón, hembra o mediopensionista, debiera merecer por parte de todos la oportuna e igual muestra de desagrado, independientemente de lo mejor o peor que nos caiga la persona agredida; de lo contrario habrá que convenir que para algunos la violencia es mala o buena según quien sea el agredido o el agresor, y eso se acerca mucho al tan denostado fascismo.

Visto lo visto, qué bien pintó a los españoles nuestro sordo más famoso en aquel óleo titulado duelo a garrotazos; ya estamos casi en ello.

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