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Luis Sánchez Merlo

¿Qué más tiene que pasar?

El complicado paisaje español ha llevado a plantear, de forma reiterada, la conveniencia de un gobierno de concentración nacional que afronte la crisis de Estado, territorial y económica, y la separación de poderes. Con una cuestión a despejar, antes de que esto se vaya de las manos: ¿qué más tiene que pasar?

«Nunca he pensado en un acuerdo con el PP". Esta es la respuesta que ha dado el presidente del Gobierno español al periodista del Corriere della Sera. Y lo ha razonado así: "¿Sabe por qué el Pasok, el partido socialista griego, casi ha desaparecido? Porque hizo la gran coalición con la derecha, justo cuando Grecia estaba pidiendo medidas sociales».

A la espera de decisiones sobre el dinero europeo, que se necesita como agua de mayo, ocasión propicia para releer "La espada de Damocles", compendio de artículos publicados en la prensa alemana (Die Zeit y Süddeutsche Zeitung), entre 2009 y 2012, por un escritor griego de novelas policiacas, Petros Márkaris.

Al hacer una ecografía del desastre que sumió a una tercera parte de la población griega por debajo del índice de pobreza, el autor señala el epicentro de los males helenos: las sabrosas contratas millonarias a empresas de construcción (Olimpiadas del 2004) y el incalculable gasto militar, a cuenta del secular conflicto con Turquía.

Un auténtico ejercicio de vampirismo político y económico, en "un país pobre que sabía vivir decentemente con su pobreza", cultura que dejó atrás al comenzar a vivir una falsa riqueza, «un flujo de dinero comenzó a circular por el país, los préstamos iban y venían y Grecia sumó una gran deuda que finalmente no pudo sostener"

Según Márkaris: "El consumo se convirtió en la fuerza motriz de la sociedad". Consumo desenfrenado y no sustentado por ninguna actividad productiva real, sino sólo por el crédito, fenómeno alentado y aplaudido por el gobierno, por los partidos mayoritarios y por los medios de comunicación. Y, naturalmente, por la banca, incluida la extranjera.

El libro se adentra en el derrumbe de un statu quo político de cinco décadas que llevó a la miseria a diez millones de ciudadanos. Para concluir que el fracaso del sistema no fue una consecuencia de la mala gestión de los últimos años, sino que tenía raíces antiguas y profundas.

La ingente deuda pública no fue creada por la sanidad y la educación sino por el clientelismo político de los dos partidos gobernantes: el PASOK (centroizquierda) y Nueva Democracia (centroderecha): "En apenas treinta años la función pública se cuadruplicó, porque la mayoría de los gobiernos no la consideraban un servicio público, sino una estructura nebulosa en la que se podía colocar a amigos, con el único objetivo de ganar electores".

Y apuntilla: "La corrupción es un delito y, como todo delito, tiene sus culpables y sus víctimas. En este caso, las víctimas no son ni la Unión Europea ni Alemania, sino únicamente los propios griegos".

En sus artículos, Márkaris reconvirtió al comisario Jaritos, un inventado y desengañado policía ateniense, para hacer una representación brechtiana de la sociedad actual.

Al final de la escapada, con la mitad de la juventud en paro, el cierre de una de cada dos tiendas y el índice de suicidios en progresión geométrica, los atenienses rebuscaron en la basura y pidieron las medicinas a Médicos Sin Fronteras.

'La espada de Damocles' se convierte así en un análisis que va más allá de una simple crisis económica (una economía dopada con hedge funds), también cultural.

Cuenta Márkaris un sucedido fantástico. En 2010, en plena crisis, el ministro alemán de Exteriores visitó Grecia para persuadir de las ventajas de la contención del gasto, lo que no le impidió negociar, en secreto, un contrato para la compra de nuevos cazas alemanes Eurofighter, que debían sumarse a un contrato, negociado previamente, que incluía tanques Leopard, y una partida de Mirage.

Con un final chusco: Los miembros de la troika llegaron con unas enormes tijeras para recortar, con una única excepción: no tocaron el equipamiento militar para que, en la medida de lo posible, no se enfadaran algunos países europeos.

La crisis, según el autor, dividió a la sociedad en cuatro grupos:

· Por un lado, los beneficiarios, empresas de construcción y proveedores farmacéuticos, "sectores que financiaban las campañas electorales a los diputados, quienes a su vez se aseguraban buenos puestos de trabajo para sus familiares"

· El segundo, los mártires, dueños de pequeñas y medianas empresas, trabajadores y autónomos, "que perdieron la esperanza y para los que no existió perspectiva alguna de alcanzar un futuro mejor".

· Tercero, los enchufados en cargos públicos y sindicatos (los "Moloch") "una comunidad tan influyente como inepta que no se conformó sólo con los puestos clave (en el Estado), ya que muy pronto todo el aparato estaba en manos del PASOK y sus contactos", lo que explica que casi uno de cada dos militantes de este partido ocupase un puesto en la Administración.

· Y, por último, los jóvenes griegos, sentados todo el día delante del ordenador, buscando en internet, desesperados, un trabajo, donde sea".

El cuadro español es reflejo de una paleta de colores compleja: deslocalización de empresas, fuga de capitales, aumento desaforado del gasto público y la deuda, anuncio de subidas de impuestos, alteración de las condenas por sedición. Con el desempleo y la pobreza encabezando todas las preocupaciones.

Habrá que esperar a ver si la condicionalidad que, inevitablemente, acompañará al rescate, resistirá la tajante negativa a un gobierno mejor pertrechado para afrontar una situación muy delicada.

Cuando más mordía el sol, con el 'embat' (la brisa marina) enseñoreado en la bahía, tras haber compartido con el sabio unos calamares salteados con ajo y perejil, en 'Pura Louzao', lugar de culto limítrofe con la ensenada de Palma, nos hemos despedido con una encomienda: "Lectura para un verano como este, inevitablemente a medio gas".

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