"Nadie hubiese creído en los último años del siglo XIX..." así da inició una de mis novelas preferidas de ciencia ficción La guerra de los mundos de H. G. Wells. Y esta frase repicaba en mi mente durante los primeros días de confinamiento: quien pudiera haber imaginado que, a principios del siglo XXI, la población mundial se viera amenazada mortalmente por uno de los seres más ínfimos que existen - pequeñas cadenas de material genético envuelto entre proteínas-. En la novela de Wells, otro minúsculo patógeno, las bacterias, son las encargadas de eliminar, sin pedir permiso, a una civilización invasora alienígena. Toda una lección de vida: nunca desprecies a un enemigo por pequeño que sea.

Esto viene a colación por el hecho de que un ser tan pequeño haya sido capaz de mostrarnos desnudos y, de este modo, poner al descubierto nuestras carencias. Incluso los países que pensábamos habían desarrollado un sistema sólido de protección han mostrado no tener ni estructural ni contingentemente la preparación para dar respuesta a la eventualidad que ha supuesto la pandemia del sars-covid19.

En los días más duros de la crisis se anduvo al borde del colapso del sistema sanitario, siendo necesario habilitar hoteles y pabellones para atender una cantidad enorme de pacientes. El confinamiento ha dejado a una parte importante de la población escolar sin la posibilidad de concluir el curso de manera presencial y con lagunas en su formación, y a miles de trabajadores en sus casas. Lo urgente ha sido controlar la expansión del virus y parece que, de momento, lo estamos consiguiendo pero habiendo pagado una gran factura en vidas humanas.

Ahora, a las puertas de la "nueva normalidad" empezamos a ser conscientes de la tragedia social que nos sobreviene. Para centrarnos en nuestra comunidad, desde el sindicato calculamos que alrededor de 250.000 trabajadores y trabajadoras -entre contratos eventuales y expedientes de regulación temporal de empleo- deberían estar a día de hoy trabajando, y no lo hacen. Ante esta perspectiva, los agentes sociales y económicos -sindicatos más representativos y patronales- junto con la administración autonómica, y en el marco del diálogo social, hemos trabajado para extender al máximo la protección a un número ingente de personas que -a causa del confinamiento o como consecuencia- no tendrán ocupación, ni ingresos, en los próximos meses. En esto, los expedientes de regulación temporal de empleo han sido un instrumento eficaz para parar el primer golpe y conseguir no desligar a los trabajadores de las empresas.

Del mismo modo, los agentes sociales y económicos hemos sido conscientes de la urgencia que suponía no perder tejido productivo más allá del relacionado con el sector turístico el cual, por su propia dinámica, depende de factores exógenos para su reactivación. Para este fin no podemos escatimar esfuerzos; y por ello, no se entiende la falta de consenso tanto político como social para atender "lo inmediato" que no es otra cosa que dar trabajo al máximo número de personas y proteger nuestras empresas.

No puede ser una excusa para no querer resolver "lo inmediato" que las medidas tomadas en el diálogo social autonómico ahondan en el continuismo de un modelo económico caduco, ineficaz, injusto e insostenible, que nuestro sindicato viene, desde hace mucho tiempo, denunciando. Pero también somos conscientes que ante una emergencia como la que vivimos no es posible cambiar un modelo de la noche a la mañana. Ni por aproximación es válido el planteamiento que circula por cierta progresía de "ya que hemos parado, reseteemos todo el modelo".

Aunque no nos guste, una solución urgente a la pandemia social solo puede darse en el marco económico preestablecido, pero esto no quita que también debemos trabajar los resortes del cambio "mirando al futuro". La necesidad de mejorar el sistema productivo bajo los criterios de sostenibilidad, productividad y competitividad, acompañados en paralelo de condiciones de trabajo dignas y salarios justos, es un reto en el que deben involucrarse el conjunto de sociedad. Es por ello que defendemos la necesidad de un amplio debate con la finalidad de llegar a un acuerdo social y político en nuestra comunidad para discernir cuales son nuestros objetivos y nuestras metas; y lo más importante, cuánto estamos dispuestos a ceder cada una de las partes en el bien común. Ahora puede ser un buen momento para trabajar en ello, porque tener fijado el rumbo nos ayudará a sortear a los grandes y a los pequeños enemigos que seguro nos iremos encontrando.