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Mar Ferragut

Los colores en las residencias

Ha sido de lo más estremecedor de la pandemia: los testimonios de los familiares de usuarios de residencias en Madrid. Hijos que se enteraban de que su madre había muerto cuando llevaban días sin saber nada de ella. La angustia de llamar al lugar donde vive alguien a quien quieres y que está en peligro y que nadie te coja el teléfono. La impotencia, la frustración, el miedo al ver cómo las cifras de fallecidos se disparaban.

Ahora salen a la luz los protocolos y las órdenes de la comunidad de Madrid que normativizaron el dejar morir en sus hogares o en las residencias a muchas personas mayores. Y la frustración se transforma en rabia y necesidad de justicia. Si los servicios sanitarios estaban saturados es responsabilidad de alguien (¿no hace años que la marea blanca denuncia los recortes salvajes y la privatización de la sanidad madrileña?): no es eximente, todo lo contrario, para las decisiones que se tomaron desde el Gobierno de la capital.

En Balears hubo un momento en que la situación en las residencias llegó a ser alarmante. Eran sus usuarios los que incrementaban día tras día las cifras de contagiados y de fallecidos. Los periodistas, vigilantes con el ejemplo de Madrid, ráscabamos como podíamos en un momento en que se decidió que toda la comunicación dependía de Salud y que Servicios Sociales, el Institut Mallorquí d'Afers Socials y los ayuntamientos no podían decir nada de las residencias y centros de día que gestionan y conocen.

Balears no fue Madrid. Se actúo con contundencia. Se tomaron las riendas de dos residencias privadas y Salud decidió reservar recursos y pruebas PCR para hacer cribajes masivos del personal y los usuarios en las residencias. Hubo fallecidos, pero por las medidas adoptadas, se consiguió mantener un relativo control en las residencias y no llegó a haber colapso en los hospitales.

Pero cuando se veía venir lo peor, según nos enteramos ahora por el periodista Mateu Ferrer, Salud diseñó un código de colores para clasificar a los mayores y decidir, según su estado y el nivel de saturación sanitaria, a qué servicio debían derivarse. Los de color rojo, por ejemplo, no debían ir a la UCI. Gestionar recursos escasos es tomar decisiones, planificar y prepararse para escenarios moralmente complejos cuando hay vidas en juego. Sí, hay que gestionar, pero también informar y no se dijo nada ni a familias ni a usuarios. Quizás porque Salud sabe que cuando alguien a quien quieres está en peligro, no estás para que te hablen de protocolos ni de gestión de recursos: solo anhelas que lo pongan a salvo.

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