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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Disminuido

Llegué al banco, dije que me llamaba Juan José Millás y que quería anular una tarjeta de crédito que apenas usaba y por la que me acababan de pasar un cargo.

Anulada.

¿Soy más o menos Juan José Millás que antes?, me pregunté al salir de la entidad. Ni idea, pero me hizo gracia pensar en el banco como en una entidad. No llamaríamos entidad a la tienda de ultramarinos, ni al quiosco de la prensa, ni a la panadería. Ni siquiera se nos ocurriría llamar entidad a El Corte Inglés o a Mercadona. Tampoco a Amazon. ¿Por qué sí a los bancos? He ahí un misterio a dilucidar. Prometo investigarlo. Por cierto, que el empleado de la "entidad" me hizo ver, al mostrarle el DNI, que llevaba varios meses caducado: otra merma identitaria, pensé, que se sumaría a la que se produjo poco después, cuando me di de baja en un club deportivo al que no acudía desde hacía años, aunque continuaban pasándome las cuotas trimestrales.

Por la tarde fui a mi operadora de telefonía para adquirir un paquete económico más barato que el que tenía contratado y por el que disponía de servicios de los que jamás había hecho uso. Me atendió un joven muy amable que me preguntó si estaba verdaderamente dispuesto a modificar mi estatus.

- ¿Qué estatus? -pregunté.

-Su estatus social -afirmó sin ambages (signifique lo que signifique ambages).

A continuación, me explicó que un día podía venir a comer a mi casa alguien que quisiera, en la sobremesa, disfrutar del producto de televisión al que pretendía renunciar.

Un nuevo problema de identidad, reflexioné, dudando de lo que estaba a punto de hacer. Lo hice de todos modos y, al llegar a casa, mi mujer me sugirió que cambiáramos el seguro del coche a terceros, pues estaba a todo riesgo.

-Con los años que tiene -añadió-, no nos darían nada en caso de un siniestro total.

- ¿Y nuestra identidad? -pregunté.

- ¿Qué pasa con nuestra identidad? -inquirió ella.

-No sé -dije-, ya hablaremos mañana.

Me metí en la cama un poco disminuido, en fin.

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