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La viga en el propio

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha lanzado su enésimo mensaje, en esa su sempiterna cruzada, perdón campaña, contra Israel, el otrora aliado de Turquía, en defensa de los derechos del pueblo palestino. Vaya por delante que considero que los gobernantes actuales del Estado Judío y su paladín del momento, el mago washingtoniano de la legía, no andan finos en sus proyectos políticos sobre la zona, que con seguridad traerán y atraerán, más líos que soluciones. En el Oriente Medio no habrá paz, no habrá futuro, hasta que el viejo sueño de un israelí, aunque también argentino, un tal Daniel Barenboim, y un palestino, aún cuando estadounidense, un tal Edward Said, convertido en realidad en el mundo de la música, no se traslade al mundo de las personas del común; que bello ejemplo para todos es el goce que proporciona disfrutar de músicos israelíes y palestinos, y de otros países árabes, escuchándose unos a otros, prestándose atención en lugar de hacerse oídos sordos, para lograr un éxito de conjunto. La Western Eastern Diwan Orquesta es el ejemplo a seguir porque como dice el Maestro Barenboim, la música tiene la capacidad de crear una más grande realidad.

Pero volviendo a don Recep, el nuevo sultán se ha juramentado para conseguir ser el nuevo Jerife del mundo musulmán, bien surtiéndose de la siempre vendible causa palestina (por cierto que pintaba una enseña palestina en la manifestación feminista del 8-M, que me pareció vislumbrar, si la vista no me engañó), acudiendo como policía de región a ayudar militarmente a uno de los bandos en conflicto en ese otro avispero mediterráneo que es el estado fallido de Libia o si hace falta pedir a los ciudadanos alemanes de origen turco que en las elecciones germanas "no voten a los enemigos de Turquía". Ese mismo autonombrado defensor de los derechos de los palestinos es la misma persona que masacra a otro pueblo musulmán, el kurdo, que al perecer de éste Bajá de hogaño carece de los derechos que el exige para los habitantes de la región de la Cisjordania. Mantenía Clarence Darrow, penalista estadounidense, que el verdadero patriotismo odia la injusticia en su propio país, más que en cualquier otro lugar; El Presidente Erdogan no es en modo alguno seguidor de ese consejo; es evidente que lo de Don Recep no es tanto patriotismo otomano como más bien conveniencia nacionalista; su particular ética, ¿o es épica?, aconseja aplicar el lado ancho del embudo de la historia a los lejanos a sus cuitas, pero el lado estrecho del artilugio, a los más cercanos y molestos para sus intereses. Es ese mismo personaje que envía a Gaza convoyes ¿humanitarios? al tiempo que remite a los poblados kurdos cebadas águilas guerreras con el mismo objetivo que le parece criminal cuando son otros los que mandan sus pájaros en iguales misiones. Y es que en el líder turco todo es contradicción; se describe como defensor del Islam, que significa paz, como el mismo se encarga de pregonar, cuando rige sobre el segundo ejercito más grande de la Otan que lleva decenios guerreando en la frontera sur de Turquía; quiere ser el defensor de los principios de ese mismo Islam al tiempo que encarnar al nuevo Ataturk, olvidando que Mustafa Kemal, opinaba que "el islam, esa absurda teología de un beduino inmoral, es un cuerpo que envenena nuestras vidas", frase del padre de la patria turca que en la Turquía de Erdogán daría con sus huesos en una mazmorra; desea ser reconocido en la Europa del Siglo XXI como un líder moderno y actual cuando, si pudiera, derogaría las reformas europeizantes que su idolatrada, solo en apariencia, Kemal Pacha trajo para sus conciudadanos allá por los años veinte del pasado siglo; en fin, todo coherencia.

Don Erdogan sufre la misma patología que no pocos dirigentes a lo largo del ancho mundo y por ello es firme acólito de ese tan castellano refrán del "consejos vendo, que para mí no tengo", tal es la razón por la que trompetea a menudo la conveniencia de arreglar conflictos allende sus fronteras al tiempo que se ausenta en la solución de los problemas intestinos de su propia parcela nacional, que son los que debieran ser su primera obligación; vierte lagrimas de cocodrilo por la violación de los derechos de otros pueblos pero procura perpetrar el máximo de males contra los derechos humanos de los pueblos que habitan bajo su mandato o que él considera viven en la zona de influencia turca, como el norte de Siria y de Irak.

Así que Don Recep, antes de querer convertirse en el amable componedor de las residencias de los demás arregle primero su propia casa, porque como se dice en los bíblicos proverbios aquel que turba su propia casa heredará el viento, y el necio será esclavo del sabio. Se hace necesario huir de la necedad.

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