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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Los y las invisibles

En la sociedad posmoderna y globalizada, especialmente los que hemos nacido en el área norte del mapamundi, dícese que tenemos oportunidad de estar bien informados gracias a los medios de comunicación, especialmente a través de las redes sociales. Sintiéndolo mucho (?) formo parte del club de escépticos que, sin negar la potente virtualidad, creemos que el dominio monopolístico de los medios conduce a que la información (y la opinión) solo existe si está presente en tales medios.

Pongo un ejemplo real que me ha conducido a escribir estas líneas. El 8 de mayo colgué en mi Facebook este mensaje: " Han deixat d'existir els refugiats de Lesbos, les víctimes de la guerra a Síria, la fam a l'Àfrica, i un llarg etc.". Siguiendo el proceso de la cuarentena me telefoneó un medio de comunicación para que expresara mi opinión acerca de los miles de inmigrantes "sin papeles", a pesar de que llevan años de mal convivir con nosotros. Ahora ni tan siquiera pueden dedicarse a la prohibida venta ambulante. Estas realidades me espolearon a investigar que otros colectivos son invisibles, a pesar de que tienen cara, cuerpo, brazos y piernas. La pandemia ha absorbido otras realidades que se han convertido en invisibles a pesar de que están vivas y coleando.

Precisamente este diario ha publicado el pasado día 19 un reportaje de Jaime Bauzá, titulado "La emergencia social alcanza a mallorca con miles de familias sin lo mínimo para subsistir". La pandemia acerca al abismo a miles de residentes que no pueden cubrir sus necesidades básicas. Càritas atiende a 3.500 personas y las solicitudes van en aumento: "Enseguida empezamos a atender a personas que se habían quedado sin trabajo y que todavía no habían cobrado la prestación. Y otros que habían venido a Mallorca para emplearse en la temporada turística y que de un día para otro se quedaron sin opciones de trabajar. Con el agravante de que la mayoría de estas personas no tienen aquí una red de apoyo familiar", explica Bàrbara Picornell, una de las responsables de Acción de Base de Càritas Mallorca. Veamos las largas colas de diversas ONG que distribuyen comida; además de los pobres de solemnidad, hay personas como usted y yo que han perdido su empleo marido y mujer. Podemos seguir.

Otra realidad invisible. Los menores extranjeros no acompañados permanecen internos durante la crisis sanitaria del Covid-19 en centros de primera acogida, bajo la tutela de las comunidades autónomas y siguiendo los protocolos de prevención aconsejados por las autoridades sanitarias. Y añado de mi cuenta: cuando cumplen su mayoría de edad, si no se han legalizado, a la calle sin papeles.

El Confidencial, refiriéndose a un hospital de Madrid, publica un informe médico por en el cual se puede leer: "Ante la situación de saturación actual, y por indicación de dirección médica dada esta mañana, no se permite el ingreso de pacientes de Residencias (de mayores) en el hospital". De esta manera, el centro sanitario despachó a una mujer que presentaba un cuadro de "neumonía bilateral" y que era "probable Covid-19". La paciente murió a los tres días en la residencia.

Otra realidad. Además del personal sanitario, limpiadores, cajeras y asistentes de mayores y personas dependientes, se revelan imprescindibles durante la pandemia, pero que no gozan de buenos salarios ni valoración social. Pero hay otras profesiones fácilmente sustituibles: trabajadores de limpieza, de transporte, de supermercado, repartidores a domicilio, dependientes, etcétera.

Reproduzco parte de una conversación con un amigo: nuestros hijos e hijas pueden fracasar. Si no van bien en sus estudios universitarios, puedo cambiarle de universidad. Pero hay otras familias en la que su situación es insostenible. Si sus hijos suspenden y tienen que repetir curso, se ven obligados a dejar sus estudios y sus expectativas para buscar trabajo de lo que salga. Les cuento un caso real. La pandemia ha truncado el sueño de ver despegar laboralmente a sus dos hijos mayores. Cuenta desilusionada cómo su hija, de 19, entró a trabajar de camarera de piso en un hotel. Y su hijo de 18 en un restaurante. Reconoce que con esas expectativas esfumadas, el Estado de Alarma está suponiendo un pesado lastre emocional. Su piso en el que vive también su hijo de 16 años, arde estos días en discusiones subidas de tono.

No pretendo crear malas conciencias. Únicamente expresar que en nuestra sociedad de relativo bienestar existen colectivos y personas invisibles a pesar de que tienen rostro, nombres y apellidos, y que viven y conviven en nuestros entornos. Quizás la pandemia puede haber colaborado en hacer menos invisibles. Se nos propone como objetivo "regresar a la normalidad de antes de la crisis". Yo matizo el objetivo "hacia un nueva normalidad", simplemente porque la "antigua normalidad" es la causa de la crisis socioeconómica que nos afecta.

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