Diario de Mallorca

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Alex Volney

A gusto de todos

La niebla. La humedad. Con la niebla me habla el pecho... sí, cuando hay niebla, polen o ácaros. Pero la lluvia... con la lluvia todo se limpia. La lluvia es genial y no me digas que no relaja escuchar como cae sobre las tejas o como tintinea en el canal que la distribuye hacia la cisterna. Si vas a dormir y oyes ese chaparrón incesante mientras empiezas a cerrar los párpados o simplemente oyes como cae suave sobre las terrazas o incluso cuando el viento forcejea y aparece y desaparece. Recuerdo con gusto atravesar las calles y avenidas de esta ciudad con la moto y el agua cubriéndolo todo de charcos rojos, verdes, azules y amarillos. Cruzar Palma hacia Joan Miró por el barrio decrépito de los ochenta del siglo pasado. La lluvia siempre hace coger el libro o volver a escribir sin remedio, remueve la conciencia al individuo. Sales a la calle y la noche primaveral ha limpiado las aceras y hasta la pinaza húmeda del castillo se huele en Son Espanyolet, casi siempre los vientos predominan de allí hasta aquí, muchísimos días del año. Sur o suroeste.

La lluvia hasta mimetiza esa ruidosa y torpe humanidad que lo llena todo de gritos y la hace callar. Si en este pequeño país lloviera con más frecuencia los niveles de estrés y de ansiedad bajarían considerablemente. La verdad es que después de muchos meses de polvo en los caminos, suciedad en las calles y procesos alérgicos, vuelve la calma, el aire renovado, fresco y suave en tu cara. Abres un libro o terminas de escribir todo aquello que antes era totalmente imposible en un caminar bajo los trazos caudalosos de tu pensamiento y todo vuelve a empezar.

Pero en algún momento te encuentras que subes al ascensor y hola, cuánto tiempo, ¿cómo está? Sí, me alegro mucho. Uf... no me hable, es que no aguanto esta lluvia. Llueve demasiado y ahora justo cuando vamos cerrando el confinamiento. Casi ni calienta el sol, añade. Encima que ya no hay nadie en la calle, ahora llueve. Ya ni ves gente pasear. Creo que la crisis y el paro que van creciendo, con la lluvia van a aumentar aún mucho más. Si ya venía miseria, fíjate, Dios nos trae más lluvia y mal tiempo y además no pasa una rata. Bueno, mejor no mencionar a ese animal, esta ciudad cada vez está más sucia. Agua por todo, humedad en todos lados. Gel en las manos a toda hora y agua por las aceras y... ¡pero a mí que me importan los embalses! No me vengas con esas. Anda que tú, pasan los años y nunca vas a cambiar. Solo nos faltaba llevar este bozal todo el día. Perro ladrador...

No se enfade. Me alegro mucho de volver a verla. No puedo evitarlo me alegra la lluvia, será por que todavía no se me han agujereado los zapatos. ¿Sabe usted cuánta gente lleva años caminando con el calzado reventado? Queme el asfalto o baje una riada por la acera, sin nada debajo. Sin abrigo y sin comodidades?¿cuántos llevan años durmiendo en la calle? ¡Ay! Por Dios no me hables de zapatos rotos, me pongo mala, además todo hecho en China. Si compraran bien, si miraran bien lo que compran. Anda crío, dame la mano y ayúdame a bajar (no puedo escribir un icono de carita asombrada, por lo de crío. Lo siento). Cójame el codo, no puedo darle la mano. Si te conozco desde que eras un niño, pero mira que estáis destrozando este mundo y sabes... no puedo entender esa bazofia que escribes y mira que lo intento y hasta te tengo un aprecio, pero no puedo, es como la lluvia, no lo aguanto. Y encima en catalán, ya se lo dije a tu madre. No se preocupe, nunca llueve a... sí, claro, ¡a gusto de todos! Claro, con esa frase lo tenéis todo arreglado. Yo también me alegro mucho de verla. Hasta pronto. Cuídese, señora Esperanza.

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