El síntoma irrefutable de la recuperación de la pandemia es que el PP vuelve a las andadas. La líder nacional indiscutible del partido, Isabel Díaz Ayuso, ha derrotado al coronavirus con mayor eficacia que Donald Trump. En primer lugar, se desembarazó de la invasión personal del virus al igual que otros doscientos mil españoles, aunque no todos ellos dispusieron de una royal suite a doscientos euros la noche para entablar la batalla a la infección. Y sobre todo, la residencia en la tierra de la presidenta madrileña ha expulsado por primera vez a la pandemia del foco de la actualidad.
Daba gozo contemplar ayer las portadas, donde el recuento diario de desgracias se veía superado por las estampas del lujoso confinamiento de Ayuso. Las condiciones de gratis total o pago en diferido a lo Bárcenas son lo de menos, aunque sorprende que el hotelero en cuestión anuncie que su huésped VIP pagará a la salida "como todos los clientes". En realidad, cada vez más hoteles cobran por adelantado, en especial con estancias que se prolongan durante meses y que ocasionan la lógica ansiedad en el hospedador. Bagatelas, lo importante era derrotar al coronavirus, por no hablar de la restauración del liderazgo en un partido crucial y racial como el PP.
En su envidiable solución habitacional, Ayuso ha demostrado ser una aprovechada heredera de Aguirre y Cifuentes. Incluso el "error humano" que consignó una misteriosa factura a la comunidad de Madrid del hotelero presidencial coincide con el recurso dramático en el máster de su antecesora, otro "error humano" que alteró la documentación académica. Tiene mérito la supervivencia radiante de un partido que se contagia de todos los errores humanos. Y quien se plantee por qué los gobernantes tropiezan siempre con la misma ostentación viciosa, yerra en la raíz de su inquietud. Se presentan para tropezar.
