Las circunstancias excepcionales a que estamos sometidos están haciendo emerger aspectos ocultos de la personalidad. Las asociaciones de consumidores más populares están denunciando conflictos de empresas, como las líneas aéreas, que pese a incumplir servicios contratados, se niegan a devolver el importe abonado. Ya se sabe, a río revuelto...

Tratándose del mundo de los negocios, a nadie sorprende.

Lo que sí es más impactante, es que eso ocurra en el ámbito de la educación.

Que de poetas y locos, todos tenemos un poco, como dice el refrán es un hecho indiscutible. Podríamos decir que no solo de poetas y locos, sino de héroes, mezquinos, generosos, paranoicos, transgresores, miserables, solidarios o desbordantes de amor.

Como si de los colores primarios de la paleta de un pintor se tratase, dentro de cada uno anidan los sentimientos primarios que, según las circunstancias emergen o se ocultan.

¿Se imaginan disponer de unas gafas mágicas que permitieran ver con un código de colores cada uno de esos sentimientos o actitudes?

Pues esa simple y genial idea es el argumento de una de las joyas de la historia del cine. Se trata de Un día un gato del director checo Vojtech Jasny.

La película pertenece cronológicamente a uno de los más famosos períodos del cine checo: la Nueva Ola, denominada así según el modelo francés. Fue rodada a principios de los años sesenta respetando fielmente ese afán de experimentación propio del espíritu de vanguardia de la época, en oposición al Realismo Socialista imperante desde Moscú.

El argumento cuenta que a un pueblito llega un día un ilusionista junto con una troupe, entre ellos viene un gato que usa gafas ahumadas. La particularidad de este felino es que, cuando se retira las gafas, la gente que observa adquiere el color de sus sentimientos o sus culpas.

En la película esa situación a los niños les encanta y divierte, pero a los adultos les causa ansiedad. Pronto la situación se vuelve caótica y los hipócritas e infieles tratan de secuestrar al animal para aniquilarlo. Solo un grupo de niños tratará de salvarlo.

Estos días, si el gato se paseara entre nosotros y mirara sin sus gafas vería a los sanitaristas con el color del amor y la generosidad jugándose el tipo y echando el resto en jornadas extenuantes. En el campo educativo vería a los docentes con el color del tesón y la responsabilidad preparando clases telemáticas, que se dice fácil, capaces de mantener el interés de los pequeños y de desarrollar conceptos complejos en los mayores, trabajando fuera de horario sin compensación alguna.

Pero no sé de qué color vería nuestro gato a algunos dueños, solo algunos, de centros privados de enseñanza que, según denuncias de las asociaciones de consumidores más populares como OCU, FACUA y asociaciones de padres, se están negando a devolver o compensar a los padres el dinero que han cobrado adelantado pese a no tener justificación jurídica ni moral puesto que se trata de incumplimiento de servicios contratados. Y esto es especialmente descarado en el caso de los más pequeños, que por cuestiones de su etapa evolutiva son incapaces de recibir educación telemática.

Lo que la mágica mirada del felino revelaría, es que para enseñar o curar se necesita vocación y generosidad, pero para ser un empresario, aunque la empresa sea de salud o de enseñanza, tanto como en cualquier negocio se necesita de astucia y ambición. Por suerte, muchos empresarios logran un equilibrio ético.

Claro que esto no debería sorprender, del mismo modo que no sorprende que las compañías aéreas estén siendo demandadas por no querer devolver el dinero de los pasajes. Lo que ocurre, es que antes como ahora las aerolíneas no ocultan su color, el del negocio puro y duro.

Pero en cambio muchos padres consternados a los que los colegios a los que confían sus hijos predican que son una gran familia, como al gato sin gafas, se les está revelando el color verdadero de quienes cuidan el desarrollo de sus niños. Así de fácil.

Y puestos a recordar películas, el título de un clásico de Woody Allen de 1969, Toma el dinero y corre...

* Psicólogo clínico