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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Apostasía

E n los últimos tiempos he tropezado aquí y allá con el sintagma “ortodoxia financiera”, que a primera vista parece una contradicción en los términos. El mundo financiero no se atiene a otras reglas que a las del beneficio. Se trata del sector más desregulado de la creación. De ahí que suceda lo que sucede: el Covid-19 es en última instancia consecuencia del capitalismo desatado, como lo fue la crisis de 2008. A ese capitalismo sin fronteras lo llaman algunos (y algunas, que el genérico no llega) “ortodoxia financiera”. La duda es si debemos mantenerla en tiempos de pandemia y pospandemia. Hay una lucha soterrada entre los partidarios del sí y del no. De momento, la policía ha avisado de que la crisis nos coloca ante un horizonte en el que aumentarán los delitos de forma exponencial. No por nada, sino por el hambre.

¿Es un delito robar para comer?

Esa es la cuestión. Los ortodoxos financieros conocen los estragos de orden público provocados por la pobreza extrema. Pero suelen arreglarlo con más policía, incluso, llegado el caso, con el ejército. Significa que para ellos el robo constituye siempre una forma de herejía.

-Pero si era un potito de manzana, para mi bebé.

Ni potitos ni leches. La ortodoxia financiera significa que un especulador puede enriquecerse en 24 horas comprando y vendiendo a toda prisa valores bursátiles cuya materia prima, por ejemplo, son los plátanos, pero que un indigente no puede sustraer una naranja en una frutería.

Vender en corto. Comprar en corto.

No sabemos qué quieren decir esas dos expresiones, pero aparecen mucho en las películas de atracadores con corbata. Apostar en estos momentos de desastre por la ortodoxia financiera es apostar por el hambre y por la represión y por la ruptura del pacto social. Uno no sabe nada de economía, pero conoce desde niño la experiencia de no llegar a fin de mes, pues ya sus padres fueron víctimas de los ortodoxos. No nos vendrían mal, ahora, un grupo de economistas que apostatasen de las viejas creencias en pro de una igualdad más necesaria que nunca.

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