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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Encomendémonos a Mary Poppins

La comunidad educativa se ha visto sorprendida por el globo sonda que anuncia que el próximo curso empezará para la mitad de los alumnos, o con la mitad de horas lectivas presenciales y el resto online

Ha dicho la ministra de Educación Isabel Celaá que muy posiblemente solo la mitad de los alumnos podrá volver a clase en septiembre. Clases de quince alumnos y clases telemáticas, aventura como quien delira en voz alta, tomando por sorpresa tanto a los docentes como a los padres. Ni idea de cómo se seleccionará a los quince afortunados que puedan asistir a la educación en vivo y en directo, o quién digitará a los que acamparán en el salón, delante del ordenador familiar. Ni idea de cuántos profesores nuevos planea fichar, o de si ya ha dado por cerrada la famosa brecha digital que se ha revelado en toda su magnitud durante la pandemia. Sin noticias de protocolos sanitarios que cuadren con la realidad de los colegios. Al portavoz emergencias epidemiológicas, Fernando Simón, le parece bien que inauguren el nuevo curso 15 alumnos por línea si el aula es amplia, pero no si se apretujan en un espacio para 15. Lamento darle la enésima mala noticia a Simón, pero todas las aulas públicas son de 15 para 30, o con mucha suerte de 20 para 30. Por no hablar de los comedores. Incluso el centenar de barracones que disfrutan los estudiantes de Balears infringe la famosa distancia interpersonal, y ni siquiera es ese su principal problema.

No es que confíe ciegamente en las informaciones que nos transmite Celaá, que semanas atrás auguró que los niños retornarían al colegio en mayo. O sea, que igual me estoy preocupando antes de hora y no tendré que llevar a un niño al cole y quedarme con el otro en casa. Igual este infierno de conciliación que han sido los últimos 60 días y que se prolongará los próximos cinco meses no se extiende a un año más, o a dos. Pero me ha dado un escalofrío ver que a la máxima autoridad educativa nacional solo se le ocurren soluciones salomónicas para problemones como el que afrontamos: ¿se fastidia la mitad todo el tiempo, o todos la mitad del tiempo? No sé. Tal vez podría reunir unas docenas de expertos, catedráticos, padres y maestros para darle un par de vueltas a la vuelta al cole, preguntar a otros países cómo lo han hecho. Quizás podría tratar de aprobar la asignatura en junio y no dejarla para septiembre. Hay unos meses por delante que pueden resultar productivos si se hincan los codos, no hay por qué improvisar. Un poco de imaginación, por favor.

La desescalada está enviando progenitores a sus puestos de trabajo sin saber dónde se quedarán los niños. Los padres se reincorporan antes de que se permita ni siquiera visitar a los abuelos, eso si no pertenecían a los sectores esenciales que no han parado en todas estas semanas sin contar con ningún tipo de apoyo para el cuidado de los hijos. El eslabón débil de la cadena, las trabajadoras, están resolviendo la situación con reducciones de jornada, excedencias o quedándose en casa, la brecha de género se vuelve a abrir. Con la crisis sanitaria aún latente, casi no nos atrevemos a preguntar cuándo recuperaremos nuestras vidas, pero encogerse de hombros ante el gigantesco problema de conciliación familiar que se nos viene encima no lo resuelve. Las familias están llegando a su límite económico y de resistencia, precisan alguna ayuda en esta indefinición, y no es factible que aparezca Mary Poppins sonriente para echar una mano gratis et amore.

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