Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JOrge Dezcallar

Antonio Alemany Dezcallar

Hubiera dado cualquier cosa por no escribir estas líneas porque Toni era mi primo y era mi amigo, pero primos hay muchos y amigos también, y él era un amigo y un primo muy especial para mí.

Pasé mi infancia cerca de él porque vivía en la casa de al lado en la plaza de San Francisco, unas casas construidas por el bisabuelo común en las traseras de casa familiar en la calle del Sol. Pero la diferencia de edad hacía que entonces yo le viera a él pero que él me ignorara a mí. Sólo nos reencontramos años más tarde en Madrid cuando la diferencia de edad fue atenuando sus efectos y él consideraba la posibilidad de opositar a diplomático, y de hecho con él hice mi primera visita a la escuela diplomática que luego marcaría mi vida mientras él optaba por el periodismo.

De aquellos años despreocupados recuerdo un viaje a Francia para comprar libros entonces prohibidos en España, muchos de la editorial Ruedo Ibérico. Fuimos en el Renault Dauphin blanco de Toni que de cargado que iba apenas podía subir el puerto de Dancharinea, donde estaba la frontera que teníamos que pasar aprovechando que allí había un teniente de la Guardia Civil mallorquín y amigo suyo que hacía la vista gorda...

Ejerció el periodismo en Madrid, Barcelona y Palma, donde entre otras aventuras dirigió Diario de Mallorca en una época en la que sus editoriales sobre temas internacionales eran incluidos en el resumen de prensa diario que hacía el ministerio de Asuntos Exteriores. Ningún otro diario de provincias merecía entonces un interés similar.

Toni era sobre todo una buena persona, un hombre muy inteligente y de una cultura sobresaliente. No es nada fácil encontrar juntos estos tres atributos que él disimulaba en una bonhomía carente de pedantería, aunque como buen Dezcallar también le gustara discutir aportando argumentos en defensa de sus tesis. Su biblioteca exigía andar siempre buscando espacio para más y más libros, que también se amontonaban sobre sillas y mesas en el hogar familiar.

Cuando yo fui embajador de España ante la Santa Sede descubrí en la iglesia española de Montserrat, en Roma, delante del altar, la sepultura de Antonio Alemany Dezcallar, un sacerdote muerto en el siglo XVIII. Le envié entonces una foto que él recibió con humor aunque más tarde me confesara que le había impresionado la coincidencia de nombre y apellidos con aquel pariente lejano.

La vida le hizo heridas grandes que llevó con elegancia pero que le dejaron cicatrices profundas y secuelas de salud y en ellas, en las cicatrices y en las secuelas tuvo siempre a su lado a Nita, su mujer y compañera de vida durante 52 años, de la que siempre estuvo perdidamente enamorado. Escribo su nombre con letras mayúsculas porque se lo merece por derecho propio, porque ha demostrado ser una gran señora que estuvo junto a él en los momentos más duros y difíciles, con la frente bien alta y sin perder nunca su sonrisa y su simpatía. Y sus amigos sabemos que no siempre fue fácil.

Con Toni se nos va una gran persona y en mi caso un amigo bueno y admirado. Descanse en paz.

Compartir el artículo

stats