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Miguel Vicents

Mascarillas y mentiras

Resulta inexplicable, después de todo los testimonios y denuncias que han salido a la luz pública desde el inicio de la crisis sanitaria, que el director general de Gestión del Ib-Salut, Manuel Palomino, como si fuera un extraterrestre recién llegado a la tierra, se descuelgue en una comparecencia pública asegurando que en los hospitales de Balears jamás se han quedado sin mascarillas y material de protección para los sanitarios. Inexplicable porque hemos visto en la cara de nuestros médicos el horror de la enfermedad y el estrés por tener que enfrentarse a ella sin medios. Inexplicable porque ha sido el primer motivo de preocupación y reivindicación de los representantes sindicales sanitarios. E Inexplicable también, porque el problema ha sido reconocido abiertamente y lamentado por los responsables de la conselleria de la Salud y la propia presidenta del Govern. Fue precisamente Francina Armengol quien recordó tras la llegada del primer gran cargamento que tuvo que ser el Ejecutivo autonómico el que saliera al salvaje mercado internacional de material sanitario a comprar mascarillas ante la demostrada racanería del Gobierno de Pedro Sánchez con Balears.

En cambio todo cuadra más si quieres desprenderte de las responsabilidades propias, sabes que ya tienes tres denuncias ante inspección de trabajo que pueden convertirse en asuntos de consecuencias graves. Y decides dejar a los pies de los caballos a los gerentes de los hospitales que hasta hace dos semanas han tenido a los médicos y enfermeros que no trabajaban en las UCI en la más absoluta indigencia, obligándoles bajo amenaza a estar con la boca cerrada, cambiándoles los protocolos cada siete días, sin test y luchando contra la enfermedad con material de protección de Eurocarnaval.

Camino de los 200 muertos en Balears y después de haber vivido una hecatombe cuya magnitud es todavía tan difícil de calibrar, resulta muy poco inteligente no reconocer los errores cometidos, lo que ha pasado, lo que todo el mundo ha visto. Sobre todo porque la enorme dificultad del momento y la incertidumbre nos predisponen a intentar comprender las argumentaciones de quienes han tenido que gestionar la peor crisis. Pero una mentira tan burda resulta siempre inaceptable.

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