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Juan Rigo

Desde París

Juan Rigo

El perfil

Estaba hace unos días, o unas semanas, con esto del confinamiento uno pierde la cuenta fácilmente. Estaba pues en casa, evidentemente, cuando en uno de esos programas que sin querer, con la tele puesta pero sin prestarle más atención que a la radio, también emitiendo sonido, música de fondo, entre la cacofonía, llegué a pillar unas palabras, el final de una serie de entrevistas entre las que el nombre del interlocutor llamó mi atención. Y perdón por la parrafada. Fue oír lo de Bernard Pivot y clavar la vista en la pantalla, y claro está, el oído.

El amigo Pivot es un conocido escritor y periodista francés que dirigió durante lustros un programa mítico, Apostrophe, una cita semanal obligada para los amantes de la literatura, y que llegó a alcanzar cotas de audiencia dignas de un reality show. Y precisamente, traicionado por su popularidad, se vio envuelto hace unos meses en una tremenda polémica a raíz de una de sus celebradas entrevistas en las que parecía aplaudir, o reírle las gracias, a un Gabriel Matzneff en la cumbre de su carrera como escritor. Un Matzneff que alardeaba entonces de sodomizar "lolitas", con perdón, ante un público, y unos tertulianos, entregados. El inefable Pivot, se ha visto obligado a presentar sus disculpas invocando un contexto, hace unas décadas, una época, o tempora o mores, diferente, afortunadamente, de la actual.

Pero volviendo a lo que nos interesa, el octogenario Pivot -en plena forma aunque dentro del llamado grupo de riesgo- se descolgó con un irónico retrato del virus. Un retrato robot digno de un perfilador del FBI: El corona es anticapitalista, dijo (basta ver cómo ha afectado a los PIB de los países afectados) y antimundialista (así nos va con las mascaras y los respiradores) aunque paradójicamente le guste el oro (la cotización del metal ha subido un 8% en pocas semanas). También es decididamente ecologista y el planeta lo está agradeciendo, aunque no sus habitantes. Y por supuesto se trata de un descarado misántropo, un aguafiestas al que le revientan las manifestaciones de cariño como abrazos, apretones de manos, besos y otros roces. Acertado, ¿no?

Una vez iniciado el retrato, y ahora ya cosecha propia, podríamos continuar añadiendo a su anticapitalismo otro hito tan significativo como el de estar hundiendo uno de sus pilares: el petróleo. Una pena de confinamiento, con el coche aparcado, cuando los precios del barril nunca habían volado tan bajo, incluso con valores negativos. Ese aspecto "anticrudo" confirmaría también su lado verde. Pero no termina aquí la cosa, ya que, creo, nadie podría discutir su carácter agoráfobico: no le gustan las multitudes, y así nos tiene, encerrados casa. Y por supuesto es un gerontófilo declarado -o bien gerontobo, según como se mire- ya que tiene una predilección tan acentuada por la gente mayor que se está llevando por delante a toda la tercera edad. Y ojo, punto irónico, como para tocar las narices a los no fumadores, parece que no le va la nicotina. O sea que la nicotina -está en estudio aquí en Francia- podría resultar benéfica como barrera, actuar como un profiláctico para el virus. A favor del alcohol de momento no ha salido nada, ni falta que le hace visto el incremento de la consumición intramuros.

Bueno, pues en esas estamos, esperando la vuelta a la "nueva normalidad". Entre tanto, lo bonito seria que con este perfil diéramos ya con una vacuna, o al menos con un tratamiento.

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