Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jose Jaume

La duda existencial de la derecha

Gobierno "constitucionalista" de concentración o cuanto peor, mejor

Antes de sumergirnos en hondonadas concernientes a lo que da de sí la derecha española, que no se atisba que vaya a ser algo distinto de lo que conocemos, atendamos a lo que dice Yuval Harari, el historiador y filósofo autor de Sapiens, quien, entrevistado por La Vanguardia, afirma: "La historia se acelera: el viejo libro de reglas está hecho trizas, el nuevo aún no existe". Añade: "Tenemos que estar alerta, esta crisis no es solo sanitaria, sino también política".

Bien, parece que en las derechas pugnan por imponerse dos tácticas, carecen de la categoría de estrategias, para tumbar al Gobierno y retomar el control. La primera la explicita el dicharachero ministro de Asuntos Exteriores con Mariano Rajoy (el hombre que se salta alegremente la cuarentena, porque las reglas de obligado cumplimiento para los demás no rigen para ellos), José Manuel García-Margallo, quien sentencia que se requiere un "gobierno de salvación nacional entre los partidos que defienden la Constitución". En su artículo, publicado en El Mundo, descalifica al presidente del Gobierno sentenciando que Pedro Sánchez carece "de la credibilidad, confianza y consenso que permitieron a Suárez cerrar los pactos de la Moncloa".

El gobierno "constitucionalista" que propone Margallo excluye a Podemos, que para él y la derecha en su conjunto, no lo es; sería un ejecutivo compuesto por PSOE, PP y Ciudadanos, y dado que Sánchez no está en disposición de alcanzar el consenso al carecer de credibilidad es razonable colegir que se ha sustituido por alguien que disponga de tan preciados atributos. Esa es la línea, llamémosle centrista, que debate la derecha para pasarse por el forro el resultado de las elecciones generales y la investidura habida en el Congreso de los Diputados. Si la Covid-19 posibilita que se cumpla tal loable propósito tampoco es cuestión de hacerle ascos.

La segunda táctica es la preferida por la FAES de José María Aznar, la que Pablo Casado desea imponer, la que le exigen los medios madrileños que han desatado una cruzada contra el Gobierno "social-comunista", una calamidad bíblica, un castigo de Dios, peor que la pandemia. Consiste en la beligerancia total, en una guerra sin cuartel en la que todo vale, sin tener en excesiva consideración los estragos sociales y económicos que se nos han venido encima: que España se vaya al carajo, que ya vendremos nosotros a rescatarla. La afirmación, no en su literalidad, pero sí en su espíritu, pertenece a Cristóbal Montoro. Se remonta una década larga en el tiempo. Conocemos sobradamente el precio que pagamos los españoles cuando fuimos rescatados del desastre por el gobierno de Mariano Rajoy Brey, del que Montoro fue ministro de Hacienda.

La derecha del PP, porque la de Vox es otra cosa, opera bajo las directrices que imparte José María Aznar. Nos las vemos con una derecha acorazada, impermeable a cualquier sugerencia que no nazca de su seno. Cavila el expresidente y asume Casado, que la crisis en la que andamos metidos se parece en lo esencial a la de 2008, por lo que lo que hay que hacer no es otra cosa que aguardar a que el Gobierno de PSOE y Podemos se despeñe como le aconteció al de José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando suceda lo inevitable, allí estará el PP, en primer tiempo de saludo, para volver a salvar a España con Pablo Casado instalado en la Moncloa.

Dos tácticas y un solo destino: que las cosas retornen a su natural composición, que no es otro que un gobierno de orden, fiable, seguro, alejado del "populismo boliviariano" tanto como en épocas pretéritas era posible de los miasmas de la peste. La derecha del PP no tiene intención alguna de ensayar algo parecido a una negociación que desemboque en un pacto formal con el Gobierno. Lo aclara Margallo; para establecerlo es imprescindible desembarazarse de ese cuerpo extraño, mortalmente tóxico, que es Pablo Iglesias y lo que representa, y neutralizar a Sánchez. Entonces, sí, con la mano ganadora y el PSOE rendido se podría llegar a una regla de compromiso. El resultado de las elecciones quedaría arrumbado a beneficio de inventario. Una anomalía afortunadamente subsanada.

Atenderemos al inescrutable desenlace de la contienda. No hay certezas. No puede haberlas con unos acontecimientos capaces de mutar tanto o más que el coronavirus llegado para fiscarse en la globalización, en una cierta idea de Europa, de España y del mundo, que nos pareció firmemente asentada al iniciarse el fatídico 2020. Por no saber, ignoramos si, como un siglo atrás, después del desastre de la Gran Guerra y la pandemia de la gripe bautizada como española, llegarán los felices años 20, que solo lo fueron para algunos, y en los que, además, se incubó el nazi-fascismo y se solidificó el comunismo. Jinetes del Apocalipsis que han enlutado el siglo XX.

Volvamos al autor de Sapiens, el acelerón de la secuencia histórica de la humanidad está siendo brutal, el manual de reglas ha sido incinerado en la hoguera, no tenemos con qué manejarnos, a la espera de que un nuevo libro de estilo llegue a nuestras manos y seamos capaces de incorporarlo a las descolocadas vidas en las que estamos sumidos. ¿Quién dijo que el parto del nuevo mundo no requeriría la ayuda de fórceps? En España, eso sí, la nunca solventada batalla cainita sigue entre nosotros, recobra el vigor que por un momento consideramos menguado. Lo dejó escrito Mariano José de Larra hace casi dos siglos: "Aquí yace media España, murió de la otra media". Fue el Día de Difuntos de 1836. Un siglo después, contado año por año, la inacabable tragedia española desembocó en la Guerra Civil.

Compartir el artículo

stats