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JOrge Dezcallar

Falta de coherencia y de dignidad

Hacer frente con sólo 120 diputados a una crisis de la magnitud de la actual del coronavirus no es tarea fácil, pero se complica mucho más cuando los que te apoyan no son de fiar. Todo el mundo se lo advirtió a Pedro Sánchez y él mismo lo sabía muy bien cuando dijo aquello de que gobernar con Pablo Iglesias no le dejaría dormir por las noches. Quizás ahora haya conseguido dormir bien (?), pero los que no lo hacemos somos 46 millones de compatriotas que contemplamos con perplejidad lo que ocurre en el Consejo de Ministros entre los dos socios de gobierno. Y también lo que ocurre fuera del Consejo cuando la estabilidad depende de partidos nacionalistas como el PNV, Esquerra o Bildu, cuya preocupación es la gobernabilidad de España sólo en la medida en que eso pueda favorecer el "qué hay de lo mío". Son pequeños detalles que no facilitan la tarea de gobierno por más que el presidente sea un hombre dado a actuar por libre y Real Decreto en lugar de negociar y buscar laboriosos acuerdos con la oposición y las fuerzas sociales. En vez de enfrentar el COVID-19 todos juntos, Pedro Sánchez tiene que hacerlo con un gobierno desunido, una oposición también desunida y unas Comunidades Autónomas que quieren ir por libre. No lo tiene nada fácil.

La situación se complica más con don Pablo Iglesias como vicepresidente. Desde su nombramiento no ha parado de procurar extender sus competencias al tiempo que dejaba claro su desacuerdo con algunas medidas del gobierno del que forma parte, mientras filtra que son obra suya otras de especial contenido social. O sea, el enemigo dentro de casa, algo que sólo puede sorprender a los más ingenuos porque su objetivo no es que el PSOE tenga éxito y se cubra de gloria sino que Unidas Podemos le sobrepase para convertirse en la primera fuerza de la Izquierda y poder hacer la revolución que sueña.

Esta semana el señor Vicepresidente Tercero del Gobierno se ha permitido celebrar la conmemoración de la proclamación de la II República, el pasado 14 de abril, con una declaración de republicanismo que está totalmente fuera de lugar por dignidad, por coherencia y hasta por perjurio. Defender la república como forma de gobierno es perfectamente legítimo y nada habría que objetar a que don Pablo lo hiciera como ciudadano o en su cualidad de secretario general de Unidas Podemos, que como se sabe tiene un ideario republicano. En España, a diferencia de otros países de nuestro entorno europeo, son legítimos los partidos cuyos idearios son contrarios a la Constitución que les ampara, como ocurre sin ir más lejos con Esquerra Republicana (no Monárquica) de Catalunya, que anuncia su republicanismo en la misma portada. Lo que no es de recibo es que un vicepresidente del gobierno de España se salga con esa machada. Primero por coherencia, porque la Constitución dice bien claro que la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria y no la república y él, don Pablo, ha jurado esa Constitución delante del Rey y del ministro de Justicia como Notario Mayor del Reino. Y se supone que uno debe tener la decencia de cumplir lo que jura (o promete). Además en ese mismo acto juró (o prometió) "hacerla cumplir con lealtad al Rey" y ahora resulta que se ha olvidado de esa lealtad y quiere cargarse al Rey. Señor Iglesias, es usted muy libre de pensar lo que quiera pero no tiene derecho a tomar a picota las instituciones del Estado ni tomarnos el pelo a sus conciudadanos. O una cosa o la otra. Si usted cree en la República luche por ella, pero tenga la coherencia de no jurar ni la Constitución ni lealtad al Rey porque son incompatibles con ella. Y si ha jurado una cosa y la otra y ha cambiado de opinión, tenga la dignidad de dimitir e irse a su chalet.

Esto no es serio. Alguien debería llamarle la atención, hacerle callar o despedirle. Pero él sabe que tiene la llave de la estabilidad del gobierno y que eso le permite estas osadías y estas continuas búsquedas de protagonismo. Como Donald Trump, necesita atraer constantemente sobre sí la atención mediática.

Esta gente todavía no se ha dado cuenta de la grave responsabilidad institucional que tiene y de lo importante que es respetar las instituciones porque de ellas depende su propia legitimidad y porque además nos representan a todos. Como cuando la señora presidente del Congreso permitió, supongo que con sonrisa medio boba y medio incómoda, que algunos diputados jurasen o prometieran su cargo con fórmulas tan estrambóticas como "por las Trece Rosas" o "hasta la proclamación de la república catalana" (?) que es, además, una contradicción porque esa eventual proclamación implicaría el fin de la misma Constitución que se está jurando (o prometiendo). Estos señores deberían saber que gobernar no es un juego y que no todo vale. Estamos en España y no en Venezuela o en Filipinas.

Eso no tiene nada que ver con el debate Monarquía-República que puede plantearse como consecuencia de desagradables acontecimientos recientes cuando pase la pandemia del COVID-19. Quizás incluso porque a alguien le interese para distraer al respetable. Yo pienso que la monarquía debe ser ejemplar ante todo, pero también creo que es útil en un país con fuertes tendencias centrífugas, y creo además que tenemos muchos otros asuntos mucho más acuciantes de los que preocuparnos. No se engañen, se ataca a la monarquía porque es la clave de la bóveda del edificio constitucional que algunos quieren derribar y que tanto nos costó construir.

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