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Miquel Àngel Lladó Ribas

Buscando el norte

Uno de mis grupos preferidos de WhatsApp se llama así, Buscando el norte. No recuerdo exactamente el motivo, pero creo que tiene que ver con la inauguración del establecimiento que en su día se abrió en la calle San Miguel de Palma, donde probablemente quedamos para tomarnos unas cervezas. En todo caso me gusta, este nombre. Remite a la búsqueda de la razón y del sentido común, del equilibrio y de la luz que todos necesitamos en estos días tan duros, en definitiva.

Como es natural, nos echamos de menos. Quienes lo integramos somos buenos amigos, hace mucho tiempo que nos conocemos y, exceptuando alguna pequeña diferencia, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. No es poca cosa, en los tiempos que corren. A veces discutimos, como todo hijo de vecino, pero casi siempre termina imperando el buen humor y las risas, sin duda el mejor de los antídotos para combatir el resentimiento y la intolerancia. Hace una semana, más o menos, quedamos para una videollamada de las que se estilan ahora. Era un domingo, pocos días después del confinamiento impuesto por el coronavirus. Nos alegramos mucho de vernos las caras. Hubo quién se pintó los labios de un rojo intenso, como si quisiera desafiar con ello al miedo y la incertidumbre. Era la hora del aperitivo y quién más quién menos brindó con una cerveza o con una copa de vino, algunos incluso lo hicieron con cava. No es que hubiera nada que celebrar, evidentemente. Nos añorábamos, eso era todo.

Ha pasado otra semana, desde entonces. Y hemos ido viendo, con estupefaccion, como se cumplían las peores previsiones en cuanto a personas infectadas y número de víctimas. Pero hasta ahora esas cifras nos quedaban algo lejanas y nos refugiábamos en aquello de que el virus solo afecta a personas mayores y/o con patologías graves. Eso ha sido hasta hoy, en que hemos sabido de la muerte de un amigo nuestro de Pamplona, concretamente del barrio de San Jorge. Se llamaba Antonio. Era un mozo, como dicen allá, grandote y sano, lleno de vida. Todo el mundo le quería; era un activista nato, inmerso siempre en numerosas iniciativas para mejorar la calidad de vida de su barrio. Hoy, a las 20 h, buena parte del vecindario le ha dedicado su aplauso mientras un txistu dejaba oir las notas del Agur Jaunak. Esa expresión significa "Adiós, señor". A juzgar por los vídeos que nos han llegado, el homenaje ha sido tan emotivo como impresionante. Ha sido un pequeño consuelo, porque la amargura de la pérdida es aún mayor dado que casi nadie de la familia se ha podido despedir de él. Su hermano, también entrañable amigo, calificaba la situación de "horrible" y de "verdadero espanto". Algo difícil de imaginar, si no lo vives en tus propias carnes.

Pero no podemos desfallecer. El enemigo es muy fuerte y acecha en cualquier parte, eso lo sabemos. Por eso hoy, más que nunca, debemos permanecer unidos. Unidos pero alejados, he aquí la paradoja. Debemos seguir Buscando el norte, sin duda alguna. Y ese buscar el norte comporta aparcar por un período aún indefinido nuestras diferencias y remar todos juntos contra el monstruo, a quién sin duda, tarde o temprano, venceremos. En esta terrible coyuntura sobran visiones partidistas y patriotismos trasnochados, de uno y otro lado. Coronavirus no sabe de fronteras ni de partidos; es más, le importan un rábano. Hoy en día parece como si, almenos en algunos círculos, la palabra equidistante fuera el peor de los insultos que uno pueda recibir. Equivale poco menos que a colaboracionista, no se sabe muy bien de qué, pero de algo obscuro y totalitario, a juicio de esos salvapatrias iluminados. Bienvenida sea la equidistancia, si ella comporta el añorado seny, que no es otra cosa que una forma de dirigir la brújula a ese norte anhelado, el único que nos salvará del horror y del espanto a los que se refería nuestro buen amigo pamplonica.

Disculpen ese demarraje final, no es mi estilo. Pero hay ocasiones en que no queda otra que hablar alto y claro, y ésta es una de ellas. Ojalá el coronavirus sirva para profundizar en nuestra condición humana, lo único realmente importante en toda esta crisis. Lo hemos visto hoy como cada día en nuestra calle, en la calidez de los aplausos de Aina, de Pilar, de Paco, de Jaume, de Guiem, de Maribel, de Milagros, de Joan... Y lo hemos visto también en la llama de la vela que, poco después, hemos encendido en memoria de Antonio y de todas las víctimas del coronavirus.

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