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Jose Jaume

Pablo Casado sitúa al PP junto al neofascismo europeo

El líder popular ha sido pillado en un fenomenal renuncio al rechazar que expulsen al partido del autoritario presidente húngaro del PP europeo

Florecen como hongos en otoño después de reconfortantes chubascos autoritarismos de toda laya y condición. Los hay broncos, asesinos, caso del filipino Duterte, que ordena disparar a matar a su policía a quien viole la cuarentena. Otros, entre ellos el brasileño Bolsonaro, son atrabiliarios, absurdos, pero igualmente nocivos. También están Putin y el que quiere ser el nuevo líder del mundo Xin Ping, dirigentes de países en los que la democracia liberal, la única que es digna de ser definida como tal, nunca ha podido arraigar. Trump pretende quebrar la institucionalidad de Estados Unidos, está en vías de fracaso absoluto. La constitución americana es muy fuerte. El COVID-19 convierte en plausible que las urnas de noviembre se lo lleven por delante.

En el seno de la Unión Europea (UE) también se refuerzan los autoritarismos. Tenemos dos ejemplos sangrantes: el nacionalcatolicismo de Polonia, que se está haciendo tan asfixiante como lo fue el de la España de la dictadura franquista, y el neofascismo que en Hungría implanta su presidente Viktor Orbán, que ha hecho aprobar a su parlamento manu militari una suerte de ley habilitante que le posibilita gobernar por decreto indefinidamente. Hay un precedente: Adolf Hitler lo hizo en 1933. Es el ejemplo a seguir. Orbán y su partido, el FIDESZ, pertenecen al PP europeo, aunque está suspendido por su acelerada y obscena carrera hacia la dictadura, pero no expulsado. Trece partidos de PPE han solicitado su expulsión formal. El PP español, el que lidera Pablo Casado, fiel seguidor de las directrices de Aznar, se ha opuesto. Casado sitúa al PP con el neofascismo europeo. Es así de penoso.

El dramático marasmo provocado por la pandemia impide que lo ocurrido tenga la repercusión que reclama, puesto que lo que sucede es muy grave: la erosión de las fundamentales libertades públicas. Casado no cesa de fustigar al gobierno de Pedro Sánchez, denuncia su presunta deriva autoritaria. Respalda la continuidad del estado de alarma porque carece de otra salida, pero descalifica lo que hace Sánchez, además de advertir enfáticamente que se está entrando, por imposición de Podemos, en una peligrosa deriva bolivariana. Para la derecha española Venezuela ha devenido en la poción mágica con la que embarrar cualquier actuación que se salga de sus estrictos parámetros ideológicos; ya no les sirve ETA, ahora es Venezuela. Todo son atentados contra el libre mercado, ese que ha acudido raudo a mamar las ubres del Estado al venir mal dadas. Estamos en lo de siempre, si hay beneficios, para la empresa; si hay pérdidas, urge socializarlas.

El descolocado líder del PP ha sido pillado en un fenomenal renuncio con lo de Hungría: no quiere la expulsión de Orbán, argumenta que hay que centrarse en la lucha contra la pandemia. A Casado se le nota de dónde viene y, sobre todo, adónde pretende llegar. De gobernar, España será probablemente el paraíso de las desregulaciones. "Es el mercado, amigo". La afirmación del delincuente Rodrigo Rato es una de las divisas del PP de Casado. El autoritarismo se dará por añadidura. Para ello dispondría de la fuerza coercitiva de una parte significativa de la Judicatura. Ejemplos los hay de sobra.

Centrémonos: ¿por qué Casado se niega a que sea expulsado Orbán, adelantado del nuevo fascismo europeo? La respuesta no ofrece excesiva dificultad: porque el PP español comulga con el ultraliberalismo económico, pero sigue sin asumir plenamente lo que significa ser liberal en el mundo social y político. El PP siempre se ha opuesto a los avances ciudadanos: divorcio, aborto, matrimonio igualitario? Casado planteó la restricción del aborto estrellándose en el intento. Tampoco quiere que se legalice la eutanasia. Acontece que el PP viene de la vieja tradición autoritaria de la derecha confesional española. Enric Juliana recordaba el domingo en La Vanguardia que el padre fundador del PP (entonces AP) se opuso a los Pactos de La Moncloa en 1977, los que Sánchez quiere emular. Eran demasiado de izquierdas. Los empresarios secundaron el inicial rechazo. Manuel Fraga no firmó los apartados políticos. Adolfo Suárez los impuso. Fue un político decente, de una derecha que, desde entonces, ha carecido de la oportunidad de arraigar.

Con Casado el PP viaja hacia una derecha cada vez más dura e intransigente. Acabará por ser un amigable compañero de viaje de Vox. Ahí les espera Abascal, carne de su carne y sangre de su sangre, Ortega Smith, Monasterio y Espinosa de los Monteros. Lo sucedido con el asunto de Hungría no es otra cosa que la expresión de las querencias del PP de Casado, partido que dispone de la que sin duda sería la mejor líder de la ultraderecha española, Cayetana Álvarez de Toledo.

Acotación al margen. -Ha optado por marcharse en silencio Luis Eduardo Aute. Llevaba años sin hacerse notar. Se ha muerto un hombre fundamental en mi personal biografía, tanto la política como la más íntima. Pasaba por allí me sigue doliendo en el alma.

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