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Mar Ferragut

Del 'siempre más' al 'ahora nada'

Estamos en ese momento de la montaña rusa en el que hemos llegado arriba del todo y esperamos ese 'clac' que anuncia el inicio de la bajada a toda velocidad

Más. Más rápido, más cantidad, más lejos, más frecuencias, más gente, más carga, más gasto, más dinero, más altos, más fuertes. Sky is the limit, impossible is nothing, no le pongas límites a tus sueños, pelea por lo que quieres, cena fuera cada día, almacena objetos de consumo como si no hubiera un mañana, compra ropa de usar y tirar y vuelve a comprar más ropa de usar y tirar, si tienes dinero, ¿quién te lo impide?

Íbamos como un cohete camino de la estratosfera, cada vez más rápido, una huida hacia adelante que los agoreros esos del cambio climático nos querían chafar. Maldita Greta, ¿quién eres tú para decirme que mi coche contamina? Que dejen de conducir los otros, yo lo necesito, para ir más rápido a los sitios, para hacer más cosas, para ganar más dinero, para divertirme más. Íbamos como un fórmula uno, éramos invencibles e imparables. Eso creíamos. Ahora un virus nos ha hecho frenar de golpe ¿Hay airbag? No para todos. ¿Hay cinturón de seguridad? No para todos. El sistema de botes salvavidas del Titanic suele aplicar a todos los ámbitos y situaciones de la vida, aunque Pedro Sánchez insista en que está creando un 'superescudo' social y los servicios sociales y la voluntariosa gente de a pie se afanen en no dejar a nadie atrás.

Estos días he logrado permanecer inmune a las frases hechas (como vuelva a leer en Twitter que 'en estas situaciones sale lo mejor y lo peor de cada uno' prendo fuego al ordenador) y también me he mantenido alejada de la embriagadora cursilería de los supuestos actos de justicia poética que estos días acontecen: el sur cierra las fronteras al norte, la naturaleza se abre camino, los humanos somos el auténtico virus de la tierra... todo eso que puede parecer bonito o naïf,pero que también puede tener una lectura bien oscura, como el ecofascismo.

He logrado mantener la distancia de seguridad con estos pensamientos, pero sigo siendo adicta a los símiles y las metáforas porque me caí en la marmita cuando era pequeña ( bon voyage, Uderzo) y en estas semanas estoy descontrolada, como seguramente habrán notado. Permítanme el último (o no) símil porque creo que es el que mejor refleja mi sensación actual: estamos en ese momento de la montaña rusa en el que el vagón ha culminado la subida y ha llegado a la altura máxima, estamos justo ahí, en las alturas, en el segundo antes de que oigamos clac y empecemos a descender a toda velocidad en una pronunciada bajada. Pues allá arriba estamos ahora, sentados en nuestro vagón, en aparente calma.

Igual incluso nos permitimos disfrutar de las vistas ¿Recuerdan qué se veía cuando te subías a la noria de la Fira del Ram en su antiguo emplazamiento? Enfrente, el Psiquiátrico; al lado, el cementerio. Siempre pensé que era una imagen poderosa, nunca supe si significaba algo. Decía, estamos arriba de la montaña rusa, sentados en nuestro vagón y no estamos tranquilos del todo porque sabemos que viene la bajada, que vamos a ir a toda castaña, que el estomágo se nos va a subir a la garganta y el corazón va a palpitar como nunca y que no podemos hacer nada. Salvo gritar.

El tiempo se ha congelado, pero la historia se ha acelerado, leí el otro día. Hemos pasado un punto de no retorno y pensamos que nada volverá a ser igual. Pero, cuando nos hayamos recuperado, ¿cuánto tiempo pasará hasta que las carreteras vuelvan a estar a reventar de coches y los pocomásquemileuristas vuelvan a irse de escapada de fin de semana a una ciudad europea cada mes? Ya veo desandados los pasitos hechos contra el cambio climático porque 'la economía tiene que recuperar el tiempo perdido' y porque 'además ahora tenemos algo más de margen porque estos meses de parón las emisiones han caído un montón'. Podemos darnos un atracón porque hemos perdido dos kilos. Siempre más, no lo olvidemos.

Hoy no compro el discurso de que la humanidad saldrá de esta más unida y aprenderemos a vivir de otra manera al habernos dado cuenta de nuestra fragilidad. Quizás eso dure unos días, unas semanas, pero unos meses de actividad congelada difícilmente cambiarán dinámicas de décadas. Después del batacazo de 2008, ¿cuánto tardó Balears en volver a gestar una burbuja inmobiliaria? ¿nos pusimos las pilas y dejamos de depender del monocultivo turístico? No, y el better in winter, el turismo sostenible y los hoteles boutique no han evitado que las islas vayan a ser la región más dañada por la crisis de la pandemia.

Lo confieso: hoy no estoy optimista. Nubes grises, muertes y ERTEs, dramas personales, la incertidumbre. Mañana igual sí me animan los arcoirís de los niños, los aplausos de las ocho, los memes chorras o pensar en abrazar a los míos y en tomar un café en un bar. O una cañas. Dios mío, las cañas. Pero hoy estoy triste. Y no pasa nada, es irreal fingir que la cuarentena es una verbena indoor de jolgorio continuo. También hay que permitirse caer si es lo que nos pide el cuerpo. Bajar y luego volver a subir, como en la feria.

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