Una frase muy repetida en la prensa estos días es: "¡De esta crisis saldremos reforzados!" Y al leerla o escucharla, no puedo dejar de preguntarme: "Reforzados, ¿en qué exactamente?" Sin duda saldremos con más experiencia para afrontar otra que venga en un futuro, posiblemente más cercano de lo que nos gustaría; sabremos cuáles son los mecanismos más efectivos para frenar o incluso evitar la expansión de una epidemia; habremos aprendido a reaccionar de forma conjunta y rápida para aislar a los infectados, para organizarnos en la construcción de "hospitales exprés"; y tendremos gran experiencia en el transporte de mercancías y repartición de alimentos en los supermercados, en la gestión de residuos... Pero este periodo excepcional de reclutamiento en nuestros hogares, que debería servir para reflexionar profundamente sobre las causas últimas de la entrada de este virus en nuestras vidas, ¿realmente nos reforzará haciéndonos más sabios, dispuestos a cambiar muchos de nuestros hábitos? ¿Nos hará más conscientes de que estos virus no aparecen 'de la nada' sino que provienen de unos animales con los que compartimos este planeta y con los que antes no interactuábamos de forma natural pero debido a la destrucción de su territorio o a la misma depredación que ejercemos sobre ellos, estamos cada vez más en contacto con ellos?

Ahora que el mundo está mucho más conectado y en cuestión de segundos llegan las noticias de un continente a otro, debería ser más fácil que todos saliéramos 'reforzados' de esta experiencia pandémica. Así sería si fuéramos capaces de reaccionar y pedir a nuestros gobernantes que de una vez por todas se tomen en serio que debemos cuidar, conservar, restaurar, los ecosistemas naturales para auto-protegernos de estas enfermedades. Saldríamos reforzados si los dirigentes políticos actuaran a nivel local pero pensando a nivel global a partir de ahora, no de forma individualista si no enfocados en lo colectivo. Saldríamos reforzados si después de esta crisis surgiera un "mundo nuevo", al igual que lo hizo después de la segunda guerra mundial. ¿Seremos capaces de crear ese "mundo nuevo", por ejemplo, con unas políticas ambientales que frenen la destrucción de la naturaleza y la pérdida de biodiversidad, que frenen la contaminación de las ciudades, que eviten que la Tierra siga calentándose sin 'doblegar la curva' de la temperatura?

Y me sigo preguntando: ¿Servirá esta crisis para hacernos más conscientes de que un sistema científico fuerte es esencial para el bienestar y el progreso del país? De hecho, esta excepcional pandemia debe representar un punto de inflexión en la valoración de la ciencia, no sólo por los políticos sino por los mismos medios de comunicación, gran parte de los cuales anteponen los programas de entretenimiento (de prensa rosa, por ejemplo) a aquellos que promueven que la población esté científicamente educada. Me temo que es esta falta de información la que provoca que una gran mayoría de gente desconozca, por ejemplo, lo que es una progresión geométrica o un crecimiento exponencial, o no sepa que mantener unos ecosistemas naturales saludables y diversos nos protege de patógenos como el coronavirus. Me temo que todavía somos una minoría de la población, aquella más sensibilizada y preocupada por temas ambientales, la que sabe que existe una gran correlación entre la degradación de la naturaleza y la probabilidad de que nuevos patógenos infecten a hospedadores que no son los naturales, como el ganado doméstico o los mismos humanos. Es necesario difundir más y mejor que si preservamos los ecosistemas naturales, sin duda nos preservaremos a nosotros mismos de nuevas infecciones. Si frenamos la deforestación y las urbanizaciones descontroladas, evitaremos -o al menos reduciremos - la transferencia de estos patógenos a los humanos. Por tanto, como dice mi estimado colega Fernando Valladares, la preservación de nuestro planeta hay que verla "como una inversión en salud y no un sumidero de gasto". Proteger los hábitats naturales para conseguir que los animales conserven sus propios microbios en vez de transferírnoslos a los humanos es de hecho uno de los objetivos de la iniciativa OneHealth (http://www.onehealthinitiative.com). Por otro lado, algunos programas como Predict (https://www.ecohealthalliance.org/program/predict), financiado por USAID (Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional), están investigando los futuros organismos más susceptibles de convertirse en agentes patógenos humanos, tratando de eliminarlos antes de que desencadenen epidemias.

Se han identificado ya cerca de mil nuevos virus relacionados con la expansión del ser humano sobre el planeta, incluyendo cepas de coronavirus similares a la de SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo). Debemos concienciarnos, pues, de que vendrán nuevas epidemias y, por tanto, debemos prepararnos en todos los sentidos para afrontarlas. La causa última de esas nuevas epidemias no solo es, obviamente, la destrucción de los hábitats y su posterior colonización por humanos. Como suele suceder en muchas disciplinas, especialmente en ecología, es normalmente una combinación de factores la que explica un fenómeno determinado. En este caso, el cambio climático, la globalización del transporte de personas y animales, y el mismo crecimiento de las ciudades son factores que contribuyen de forma importante a la aparición de 'enfermedades nuevas'.

De lo que sin duda saldremos reforzados de esta crisis es en solidaridad, al menos a nivel de país. Es muy esperanzador ver la multitud de iniciativas solidarias en las redes sociales o en las mismas ciudades y pueblos en los que voluntarios se ofrecen a ayudar a sus vecinos. Es más que admirable la ayuda ofrecida por el servicio del personal sanitario poniendo en riesgo su propia salud, y un largo etcétera. Ahí sí que los humanos estamos comportándonos de forma sabia, tal y como lo hace la naturaleza bajo condiciones de estrés. Los ecólogos sabemos bien que en ecosistemas áridos o de alta montaña, considerados ambientes estresantes para muchos organismos, las interacciones positivas entre ellos (llamadas de facilitación) suelen prevalecer sobre las negativas (como la competencia, depredación, o parasitismo).

Es triste, sin embargo, ver cómo en las actuales circunstancias, los dirigentes de algunos países -dentro de la misma Europa- no actúan con la solidaridad que se espera en una situación de esta gravedad. Los retos a los que nos enfrentamos son de todos los habitantes del planeta, y por tanto es necesaria una gobernanza valiente, global y solidaria. Es crucial, además, que los políticos de todos los países estén bien informados, que tengan una gran visión de futuro y que conozcan bien todos los riesgos y amenazas que están por llegar, especialmente si no hacemos las cosas como debemos. Sólo trabajando y planificando conjuntamente podremos solucionar problemas globales, como una pandemia, el cambio climático, etc.

Quiero terminar parafraseando a Antonio Muñoz Molina: "Nos ha hecho falta una calamidad como la que ahora estamos sufriendo para descubrir de golpe el valor, la urgencia, la importancia suprema del conocimiento sólido y preciso, para esforzarnos en separar los hechos de los bulos y de la fantasmagoría y distinguir con nitidez inmediata las voces de las personas que saben de verdad, las que merecen nuestra admiración y nuestra gratitud por su heroísmo de servidores públicos. Ahora nos da algo de vergüenza habernos acostumbrado o resignado durante tanto tiempo al descrédito del saber, a la celebración de la impostura y la ignorancia". Esta pandemia, pues, debería servir para reforzar nuestra conciencia, nuestra inteligencia, nuestra visión de futuro, en definitiva, nuestra sabiduría y para ser capaces y valientes de dar un buen golpe de timón para cambiar la dirección en la que estamos yendo actualmente, especialmente en lo que respecta a nuestra relación con el planeta, el único que tenemos.

* Profesora de Investigación del CSIC y delegada del CSIC en Balears

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