El impacto de la pandemia de coronavirus y los consiguientes días de estado de alarma y confinamiento doméstico que lleva consigo están siendo drásticos y en bastantes casos dramáticos, tanto a nivel individual como colectivo, en Mallorca. No hace falta dar demasiados detalles sobre sus repercusiones económicas y sociales, porque la práctica totalidad de los residentes en la isla las está viviendo en carne propia.

El Govern admitía el jueves un parón "casi total" de la economía balear a causa del coronavirus. Los hoteles y demás servicios están cerrados cuando en condiciones normales debería empezar la temporada turística. El mismo aeropuerto presenta una imagen insólita, sin precedentes, con una sola pista abierta para contados vuelos autorizados y terminales desiertas. En estas condiciones, más de 8.000 empresas de Balears han presentado ya ERTE o se disponen a hacerlo, una pérdida temporal de empleo que superará los 200.000 asalariados afectados. Es una realidad impensable hace apenas tres semanas.

Las graves consecuencias de la crisis del coronavirus obligan, por supuesto, a un profundo análisis y también a hacer replanteamientos estructurales para reconducir este momento de debilidad hacia la normalidad y tomar prevenciones para que el episodio no vuelva a producirse o, si lo hace, sea con un impacto de contundencia menos sangrante.

Lo primero que ha quedado en evidencia es la vulnerabilidad de una economía entregada por completo al monocultivo turístico. Reservas anuladas, mercados emisores cerrados y aeropuerto sin operatividad por alerta sanitaria, lo han enviado todo al traste en pocos días dejando a la sociedad balear en un mar de incertezas y desasosiego. Lo ocurrido es una nueva invitación, no solo ya para la desestacionalización, sino para diversificar el modelo productivo de Balears. Somos vulnerables, ha ocurrido una vez, por tanto puede volver a pasar de forma imprevista y es necesario tener el colchón de la diversificación preparado para poder amortiguar el golpe con menor impacto.

Se necesitará, a partir de ahora, una voluntad de reacción rápida que no puede caer en la trampa de la precipitación. Mente fría y capacidad de trabajo analítica para un proceso en el que deben arrimar el hombro de forma coordinada las instituciones, las fuerzas políticas, los empresarios y los agentes sociales.

La misión es ardua y compleja pero en ella no cabe el desaliento. Se requerirá esfuerzo y sacrificio por parte de todos, en un recorrido que debe tener especial esmero en evitar la fractura social y la infravaloración de derechos laborales manteniendo nóminas capaces de cubrir las necesidades básicas de los asalariados. Sin ir más lejos, la reapertura de hoteles debe ir acompañada, sin pretexto, de plantillas ajustadas al buen servicio turístico y a la capacidad de consumo de los trabajadores.

El batacazo del coronavirus ha servido, por otra parte, para dar una respuesta positiva a la oferta del sector agrícola para consumir productos locales. Es, por tanto, un envite claro a revitalizar la agricultura isleña y de otro lado, ha estado sujeto a los efectos de la insularidad. El hecho geográfico ha permitido cerrar el territorio de manera efectiva y parece que ha mitigado la progresión de contagios pero, desde otra vertiente, ha supuesto una dificultad para el abastecimiento de material sanitario suficiente para trabajar con mayor eficacia y seguridad.