Diario de Mallorca

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El dios Pan, en la mitología griega, era la deidad de la sexualidad masculina, muy venerado en Arcadia. Hoy, en términos fisiológicos, le llamaríamos "macho alfa". Entre otros méritos, se le atribuía el haber desarrollado una estrategia exagerada para asustar a sus enemigos, conseguir que huyeran y dejasen el camino libre para avanzar en sus propósitos. En la mitología romana se le identificaba con un fauno, al que se acusaba de generar un miedo espantoso a los demás. Al dios Pan le podemos atribuir el origen del vocablo "pánico" del griego "panikos", terror excesivo. Sin embargo, el profesor Lucyan David Mech de la Universidad de Minnesota, estudioso de la vida de los lobos, sostenía que, a la larga, la gente se aleja de los humanos que se consideran "machos alfa".

El gobierno de España ha decretado el estado de alarma acorde con las facultades que le atribuye el artículo 116 de la Constitución, que prevé un régimen excepcional para el restablecimiento de la normalidad. El estado de alarma permite limitar la libre circulación de personas, vehículos y racionar bienes y servicios. Es evidente que la situación es grave, muy grave, especialmente en Madrid, nadie lo pone en duda. Pero seamos serios, a esta situación se ha llegado después de ser propiciada, impulsada e inducida, el día 8 de marzo, en una manifestación para la exaltación del "feminismo populista". La mayoría reconocemos y admiramos la valía de las mujeres en cualquier ámbito, no memeces que solo conducen a la crispación. Consecuencia de aquella manifestación, cientos de personas, dos ministras, el vicepresidente Iglesias -en cuarentena que no cumple, ¡vaya ejemplo!- y la mujer de Sánchez resultaron contagiadas (lo cual obligaría al propio Sánchez a confinarse). Esta es la situación: más de 28.000 infectados, más de 1.700 muertos, un desastre que seguirá incrementándose de forma descontrolada. Ello por falta de previsión, por ligereza, imprudencia y quiebra en la preparación. No se necesita mucha inteligencia, ni tan siquiera intuición, para prever que después de China e Italia esta calamidad iba a llegar a España. Entonces era el momento de haber actuado.

No estamos ante una epidemia si no ante una pandemia. En el primer caso la enfermedad afecta a gran número de personas en un territorio y un tiempo limitado, mientras que la pandemia se generaliza por muchos países y afecta a un gran número personas durante un largo periodo de tiempo. El gobierno no fue previsor, fue imprudente y ahora ya estamos ante una tremenda pandemia. Si se hubiesen tomado medidas en su momento la ruina hubiera sido evitable. Finalmente se han dispuesto medidas que han provocado pánico y han conducido al país a un colapso económico sin precedentes, cuyo daño será muy difícil de reparar. En el caso de Balears, el turismo, nuestra primera industria, el 80% del producto interior bruto, ha quedado arruinada. Empresas clausuradas, negocios cerrados, miles de trabajadores despedidos, enviados al paro y a una Seguridad Social prácticamente en quiebra técnica. ¿Cómo se pagará el subsidio?

Es censurable también la sobreactuación de Sánchez cuando informó a la nación del establecimiento del estado de alarma. Siguió el texto que tenía en pantalla oculta, con una clara intención política de aparecer como salvador de la patria. En su segunda aparición ante un pueblo aterrorizado por la enfermedad y la precariedad económica, "solemnizó" una serie de medidas, aportar 200.000 millones de euros, que nadie sabe cómo y cuándo se concretaran, su intervención recordaba a la de Winston Churchill al anunciar al Reino Unido la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, Sánchez no es Churchill. ¿Por qué no citó algún proyecto concreto de infraestructuras que se iban poner en marcha que iban a dar trabajo a empresas y crear empleo? ¿Por qué no explicó si se harán depuradoras, que funcionen? ¿Desaladoras, carreteras, nuevos hospitales, residencias de ancianos, rebajas de impuestos? Señor Sánchez: no parece oportuno que aproveche este gran problema para hacerse propaganda política.

Ciertamente ante este desbarajuste y desgobierno algo hay que reconforta y que hay que realzar, el comportamiento cívico de la ciudadanía, la cantidad de gente que ayuda a otros que están en situación de insolvencia o en dificultades para afrontar esta nueva situación, unos sanitarios que entregan su vida por los demás -no escatiman esfuerzos ni dedicación-, y unas policías que tienen más sentido común que muchos gobernantes. Recomiendo leer La peste, novela de Albert Camus, obra clásica del existencialismo en la que se describe la terrible situación que vivió una ciudad, Orán, que en 1849 fue asolada por una epidemia de cólera. De la novela se infiere una reflexión encomiable, a la que llega un médico cuando descubre la generosa solidaridad humana. Acaba concluyendo que,en el hombre, en general, hay más cosas buenas y dignas de admiración que de desprecio, a pesar de "las autoridades que se aprovechan de la situación para restringir libertades ante la conveniencia del espejismo de un bien superior".

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