Ironías de la vida. En el Día Mundial Contra el Cáncer se me diagnosticó uno. Ahora, en Son Espases, en pleno tratamiento se ha producido otra ironía simpática. Pude leer la carta abierta que Matías Vallés me escribió. Jamás podía imaginar que un periodista del que siempre he dicho que escribe muy bien, aunque, a veces es despiadado e injusto en la crítica personal, podía provocar unas lágrimas de emoción, es más lloré abundantemente. El diagnóstico de una enfermedad grave produce dos cosas. Por una parte, un torrente de mensajes, llamadas de ánimo y el apoyo de muchas personas que te quieren, te aprecian y que dan muchísima fuerza. Y, por otra parte, un afloramiento de lo emocional que hace que llores más en un mes que en toda tu vida y paradójicamente llorar también fortalece. Querido Matías, como sabes, siempre he sentido un enorme respeto por lo público, de ahí mi dedicación extrema en todas las responsabilidades que he desempeñado. Te aseguro que también he tratado de sujetar el ego que es inherente a todos los políticos. Aunque esta es una característica no sólo de los políticos. Siempre me he dedicado con la mayor intensidad, honradez y tratando de aportar lo mejor de mí. Te agradezco tu deseo de seguir escribiendo veinticinco años más de mí, también es mi mayor deseo, criticándome o sorprendiéndome por algún halago. Como ves a ambos, a veces, nos persigue la dualidad. Siempre he aceptado la crítica que me ayuda a reflexionar y el elogio que trato de amortizar lo más rápido posible. Me gusta ver que también coincides con lo que me dijo un gran experto en cáncer de pulmón de España, Javier De Castro, que lo importante de mi mensaje público es ayudar a visibilizar esta auténtica plaga de la humanidad. En un solo y breve escrito tengo dos coincidencias contigo, el deseo de vivir veinticinco años más y la otra que en su día te referiste a mi hermano Tomeu, como un juez justo. Por último, permíteme que me acuerde de todos los pacientes con cáncer, de los niños, de los familiares, de las ONGs que están a su lado sufriendo y ayudándoles, y especialmente quiero acordarme de aquellos que no tienen la suerte de tener tratamiento y están en cuidados paliativos. Te mando un cordial saludo y también te deseo muchísima salud.