Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marga Vives

Por cuenta propia

Marga Vives

Sobrevivir

De golpe, un solo tema monopoliza todo cuanto sabemos del mundo exterior, como si de lo demás hubiera pasado un siglo

Lo que son las cosas. Hace una semana oíamos los primeros lamentos de temporada temiendo que este año, otra vez, no vendrían tantos turistas y hemos acabado mandándoles de vuelta a casa, con lo que ha aflorado que, por lo menos, aquí había ahora mismo -principios de marzo, invierno- unos 25.000 (de algunos se entiende que prefieran pasar la cuarentena en la Playa de Palma que confiar en la sensatez de Boris Johnson). Anteayer, como quien dice, los partidarios de ampliar aeropuertos ponían como excusa la exigencia social y hoy Son Sant Joan será una sombra de silencio y soledad por un tiempo indefinido y sin que medien protestas.

Hace apenas seis días. que nos bebíamos el primer café de la mañana con las diatribas verbales de los políticos sobre cualquier asunto de la vida ciudadana; que en la frontera grecoturca se jugaba al pimpón con los refugiados de la guerra siria, que los líderes mundiales se disputaban el control del mundo, que nos tomábamos menos en serio de lo conveniente la amenaza del cambio climático, que el problema catalán nos parecía la más grave y urgente cuestión por resolver.

La semana pasada aún salíamos a la calle en masa para reivindicar la igualdad y el papel de la mujer, la maquinaria institucional acababa de alumbrar las dos primeras leyes de la legislatura, la de libertades sexuales y la enésima ley educativa de la democracia, que iniciaban su trámite en las Cortes. Hace dos, los aficionados al fútbol contaban los días para ir a ver al Mallorca jugar contra el Barça en Son Moix; Agustí Villaronga ultimaba el estreno de Clitemnestra en el Principal, los teatros y los circuitos culturales preparaban su programación de primavera. Empezábamos a planificar las vacaciones de Semana Santa, los viajes de estudios de los hijos, algunos preparaban oposiciones. Los alcaldes del levante de la isla urgían a Madrid a reparar la costa dañada por el temporal Gloria antes de empezar la campaña turística. Los temporeros aguardaban la llamada para incorporarse al trabajo. Algunas personas estarían comenzando una relación sentimental, otras constatarían el declive de la suya. Todo ha quedado detenido, congelado.

No han pasado ni siete días desde que una actualidad de múltiples frentes se disputaba su lugar en las portadas de los medios; abrías un periódico o encendías la radio, y tenías dónde elegir. Y, de golpe, un solo tema monopoliza todo cuanto sabemos del mundo exterior, como si de todo eso otro hubiera pasado un siglo, como si, en realidad, no hubiera tenido tanta importancia. La normalidad imperfecta de todos y cada uno de nosotros se ha roto de repente, como le sucede a muchos a diario, solo que en este caso no podemos consolarnos en la empatía, porque todos estamos metidos en el mismo caos. Es una urgencia colectiva, que revela, más que nunca, lo mucho que dependemos de los demás; las flamantes economías occidentales caen arrastradas en cadena por un organismo invisible, silencioso, que ha desnudado la excesiva fragilidad de nuestro bienestar. Nunca antes nos habíamos planteado esta situación, sobre la que vamos improvisando sin conocer muy bien su desenlace; como mucho nos deleitaba como argumento de ficciones literarias, del cine o de las series, desde nuestra convicción de que estas cosas solo suceden en otra parte. Lo curioso del caso es que la emergencia ha convertido todo lo demás en accesorio, algo así como lo que, con toda seguridad, están habituados millones de personas que -como nosotros desde ahora y por algun tiempo- tienen como único objetivo sobrevivir a las circunstancias. Hay quien piensa que todo esto marcará un antes y un después, en una sociedad demasiado acostumbrada a procastrinar. Dudémoslo un rato largo y esperemos a ver. Por ahora, esta crisis parece oportuna para quienes hacían sonar las trompetas apocalípticas de una nueva recesión económica. En eso ya no cabe duda de que han acertado.

Compartir el artículo

stats