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Mar Ferragut

La pequeñez que nos pone a prueba

Un virus mide entre 0,1 y 0,01 micrómetros, pero puede hacer temblar a todo un sistema económico y testear el sentido común, la humanidad, el civismo y el nivel de 'cuñadismo'

Ya nos olíamos la tostada, pero el coronavirus ha confirmado que el sentido común escasea en nuestro país más que el gel desinfectante. Para compensar, vamos sobrados de cuñados titulados como Coronavirus Expert por la University de Lo Acabo de Ver en Redes Sociales y con doctorado cum laude en la International School of Me lo han Pasado por WhatsApp. Un organismo de entre 0,1 y 0,001 micrómetros (una milésima parte de un milímetro) ha logrado hacer temblar a todo un planeta y a un sistema económico que ya había empezado a mostrar síntomas de resfriado antes de que supiéramos dónde está Wuhan. Un virus con corona está poniendo a prueba nuestra humanidad, raciocinio y principios morales básicos. Y no todo el mundo está superando el test. Pienso en los que roban y revenden mascarillas, poniendo en peligro a los colectivos que realmente las necesitan. Pienso en las personas que están acaparando comida, contribuyendo a fomentar la histeria. Pienso en los desalmados que se plantan en las casas de las personas mayores haciéndose pasar por controladores o técnicos de desinfección para robarles. Pienso en aquellos que difunden bulos, creencias no fundamentadas y mensajes de odio sin pararse un segundo a pensar en los efectos de sus palabras; sin contemplar la posibilidad de ser mínimamente responsable, buscando únicamente 'likes', enriquecimiento personal, el minuto de gloria, el aplauso para su ego.

Y en esto han caído ciudadanos anónimos, pero también personas en puestos de responsabilidad institucional e incluso comunicadores que hace tres semanas criticaban el alarmismo y tachaban de exageración medidas como la cancelación del Mobile World Congress (que parece que fue hace dos siglos) porque no es más que una gripe y que ahora, sin despeinarse, critican a las autoridades por no haber reaccionado antes.

Qué soltura, qué maestría en el arte del 'cuñadismo'. Superada la estupefacción que me causa el aplomo de la gente experta en todo, me quedo con la buena noticia tras estos cambios de opinión tan pronunciados: prueban que en estos últimos días ha cambiado la perspectiva general de la opinión pública. Hoy es la sociedad la que pide restricciones y quien más quien menos ha asumido ya que esto de la pandemia le va a afectar en mayor o menor medida (porque sus hijos se quedarán sin clase o porque no podrá ir a la obra de teatro que quería ver). Ahora quizás tocaría dar un pasito más y asumir la responsabilidad individual y, por ejemplo, no esperar a que nos cancelen actos para dejar de ir ¿Mola ser la rajada que deja de ir a la fiesta? Pues no, no mola. Pero podemos dejar de molar un rato, quedarnos en casa tranquilamente (corren grandes tiempos para los tímidos, los misántropos, los adictos a los libros y/o los enganchados a las series) y no pasa nada. ¿Mola que tu hermana cancele su viaje a Mallorca? No, no mola. ¿Mola ser responsable? Pues no. Pero la idea es frenar la curva de casos para no llegar al escenario italiano. Y eso molaría mucho.

No tengo muchas certezas. Sí tengo muy interiorizada la necesidad de un sistema sanitario público fuerte. Y lo sucedido me reafirma en mi convicción de que la salud es un tema universal. También tengo claro qué actitudes me parecen deleznables y cuáles son dignas de aplauso; quién está pasando la prueba del algodón (como los sanitarios entregados y exhaustos o los vecinos que se preocupan por los mayores de su edificio) y quién no.

Si esto fuera una superproducción de Hollywood sabemos que el bien triunfaría al final y la humanidad cerraría este episodio con un gran aprendizaje moral. Nueva York habría sido devastada; el chico atolondrado pero brillante y la chica desenvuelta y valiente se habrían enamorado en medio del apocalipsis; y el presidente de EE UU salvaría al planeta entero, ayudado por un científico ermitaño de mente privilegiada. Pero no estamos en una película. El virus testa nuestra responsabilidad, civismo, fortaleza, profesionalidad y humanidad. Que cada uno decida qué papel quiere interpretar.

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