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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Ministras con guantes

Es legítimo plantearse que el gobierno y Sánchez pecaron de imprudencia por interés político al no suspender la manifestación del 8M, una medida aconsejada en caso de pandemia

El detalle más significativo de la manifestación del 8M en Madrid, no fue el número de participantes, ni siquiera el abandono de las representantes de Ciudadanos, aconsejadas por la policía, ante los insultos lanzados por feministas de izquierda y extrema izquierda que hicieron manifiesta su condición de productoras y propagadoras del virus del odio, sino los guantes de látex de color morado con los que las ministras del gobierno feminista de Sánchez protegían sus manos del posible contagio del coronavirus COVID-19. Es el detalle más significativo porque están los ciudadanos escrutando todo cuanto está relacionado con la pandemia, cayendo muchos en el miedo y el pánico incontrolado, provocando enormes concentraciones de gente en los supermercados haciendo acopio de alimentos ante la amenaza percibida de desabastecimiento. Amenaza que ha sido desmentida por los representantes empresariales. Cuando menos aconsejables son las acumulaciones, más las provoca el pánico. Pero volvamos a las ministras. Si iban todas provistas de guantes no sería porque también ellas estaban presas del pánico, sino porque, racionales e informadas, conjeturaban que en una masiva concentración como a la que asistían era perfectamente concebible racionalmente que pudiera producirse el contagio del coronavirus.

La pregunta que puede hacerse es por qué no suspendió el gobierno al que pertenecen las ministras la manifestación del 8 de marzo. Sánchez, en la rueda de prensa del martes 10, no realizó ninguna autocrítica. Se escaqueó detrás de los científicos, encabezados por el epidemiólogo Fernando Simón, afirmando con rotundidad que las medidas contra el coronavirus estaban decididas por ellos, al tiempo que reiteraba su responsabilidad como político (sic). Al final no se sabe si la responsabilidad es de los epidemiólogos o de los políticos. A la vista del ejemplo italiano es evidente que el gobierno y Sánchez pecaron de negligencia por interés político al no suspender la manifestación. ¿Se equivocaron los epidemiólogos? Quien se equivocó gravemente fue el gobierno. En efecto, las medidas aconsejadas en caso de pandemia son: prohibición de aglomeraciones, suspensión de las clases escolares y aislamientos y cuarentenas. Hace dos semanas Japón tenía 161 infectados, hace dos días unos 600; España, dos semanas atrás, tenía 2 infectados, dos días atrás alcanzaba la cifra de 1.600. Hoy (ayer) estamos en 3.000 infectados y 84 muertos. El domingo 7 de marzo había en Madrid 450 infectados, el lunes, después de la manifestación, se alcanzaban los 1.200 y se encendieron todas las alarmas que provocaron la suspensión de clases en Madrid, Rioja y Álava, la celebración de eventos deportivos a puerta cerrada, la suspensión de los vuelos procedentes de Italia y la suspensión de las fallas en Valencia. Ayer 1.400 infectados en Madrid y 38 muertos. Suspensión generalizada de clases y eventos deportivos. No sólo el gobierno fue negligente, Vox también con su mitin de Vistalegre, con más de 9.000 asistentes. El coronavirus estaba inoculado en las vías respiratorias de Ortega Smith, el macho alfa elevado al cuadrado que, inasequible a tos y fiebre, repartió entre conmilitones besos y abrazos. Vox ha pedido perdón por no haber suspendido su mitin y, después, ha recriminado al gobierno no haberlo hecho; una contradicción insalvable, no les redime de culpa.

La que no asistió a la manifestación, no por el coronavirus, sino por estar en desacuerdo con el discurso supremacista de la izquierda, fue Cayetana Álvarez de Toledo, odiada por el centrismo de Feijóo y compañía, atentos sólo a los votos y al poder, y por una izquierda que se cree con la supuesta autoridad moral que le permite expulsar al extrarradio del sistema a quienes no comparten sus valores. Estoy en desacuerdo con muchas de las cosas que dice la portavoz del PP; con otras estoy de acuerdo; aplaudo que alguien de la política diga lo que piensa, que tenga unos principios claros. Me pregunto qué tipo de sociedad y de sistema político hemos alumbrado cuando parece imposible que alguien situado en la izquierda pueda, sin ser excomulgado por sus afines, expresar su acuerdo con un argumento expuesto por alguien de la derecha. También se da a la inversa, aunque es justo reconocer que el sectarismo se desarrolla con más feracidad en la izquierda. A este propósito recuerdo unas manifestaciones de hace unas semanas de una adalid del nuevo socialismo de Zapatero, Sánchez y Armengol, Silvia Cano, portavoz del PSOE en el Parlament de Balears, que descalificó a Álvarez de Toledo asegurando que "una marquesa no puede dar lecciones de feminismo". Lo cual introduce una cuestión interesante: ¿Quién puede dar lecciones de feminismo? ¿ Carmen Calvo?¿ María Teresa Fernández de la Vega?¿ Irene Montero?¿ Pablo Iglesias?¿El presidente del gobierno feminista Pedro Sánchez? ¿Podía Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, duquesa de Medina Sidonia, varias veces Grande de España, la "duquesa roja", matrimoniada "in articulo mortis" con su amante Liliane Dahlmann" tras más de quince años de relación amorosa lésbica?¿O es que sólo puede dar lecciones de feminismo alguien que sea de izquierdas? La historia del movimiento feminista contradice simplezas como la vertida por la portavoz socialista que, en lugar del silogismo propio de alguien con estudios de filosofía, se enfanga en la descalificación rabiosa propia del resentimiento, ajena a la razón del movimiento, dirigida a todas las capas sociales, atenta sólo al combate desde la trinchera.

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