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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

O paramos o no para

En España nada sucede en casa, salvo la hipoteca, y ni con éstas se toma en serio el facil y posible teletrabajo

El virus que viene de la competitividad china pone en jaque la sociabilidad mediterránea. Culturalmente sociales, vemos en el bar los partidos de fútbol a puerta cerrada para microescupirnos en cada gol. En Suecia no hace falta un virus para que la gente quede en casa ni en el Reino Unido es preciso el riesgo de contagio para reducir a imprescindible el contacto físico. Pero en España nada sucede en casa, salvo la hipoteca, y ni con éstas se toma en serio el fácil y posible teletrabajo.

España es presentista. "¡Presente!" era lo primero que decíamos en la escuela hace medio siglo. El presentismo, que va más allá del horario contratado, se opone a la conciliación laboral y familiar. Cierran de la guardería y la escuela y el virus del capitalcomunismo chino es un atentado contra la red familiar católicomediterránea porque los cuidadores naturales de los invulnerables niños son los abuelos para los que el coronavirus es un asesino en serie porque la vida, a partir de cierta edad, es una patología previa.

Culturamente presentistas, nos queda aplicar la distancia de seguridad interpersonal. Los que vivan en las afueras de Madrid y Barcelona, si se mantiene la distancia de dos metros entre personas fijada en el centro, descubrirán que Teruel existe al verse en la misma plaza del Torico, desde la que estarán obligados a teletrabajar por querer estar presentes. Será el fin de la España vaciada en Madrid, el rebobinado del éxodo rural. Si triunfa la propuesta de Vox de cerrar las fronteras contra el coronavirus (tan oportunista como la del PP de bajar la fiscalidad por la epidemia o por el programa electoral) nos plantaremos de vuelta a la autarquía. ¡Franco, presente! gritaba el presentismo de Estado.

Pero a lo que íba: o paramos o el coronavirus no para.

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