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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Ignorantes digitales

La lacerante desigualdad económica tiene su correlato en la creciente brecha digital, el abismo que separa a los privilegiados que aprenden en papel de la masa obligada a conformarse con la papilla insípida de las pantallas. A las víctimas se les asigna el nombre correcto de nativos digitales, dado que se les dispensa el trato reservado a los primitivos indios, abusados sistemáticamente por Hernán Cortés y demás verdugos. Poderosos argumentos morales se oponen a esta división clasista pero, además, los oprimidos electrónicos se darán cuenta un día del engaño de los espejos y abalorios que hoy les tienen fascinados.

El mundo no puede soportar la peligrosa convivencia de un indigente proletariado digital, compuesto por personas que leen, por llamarlo así, en pantallas de usar y tirar, frente a la inteligencia mucho más desarrollada de quienes han accedido a los libros, a los profesores y a los museos. Ni siquiera es necesario demostrar que estos últimos coparán los empleos mejor remunerados. Por no hablar de las ventajas para la salud de disfrutar una vida de primera mano, mientras los ignorantes digitales han de conformarse con los pobres sucedáneos del 4, el 5 y hasta el 18G.

La masa esclavizada de los nativos digitales percibirá un día no muy lejano que está condenada a la pornografía mediatizada por la pantalla, en tanto que los privilegiados esclarecidos practican el sexo de verdad. Cuando los postergados electrónicos quieran recuperar los placeres de la vida auténtica, se alcanzará la evidencia de que no hay suficiente realidad para repartir, igual que si todos los clientes de un banco reclamaran sus depósitos al mismo tiempo. En ese instante, la revolución será inevitable. Por fortuna, los nativos digitales infantilizados durante años serán aplastados con facilidad por la élite, educada bajo los parámetros de la cultura clásica.

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