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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Pandemia

El miedo irracional atañe a todos los sectores de la actividad económica, pero lo razonable es que la situación se vaya normalizando paulatinamente en los próximos dos meses

Parece ya una evidencia que la epidemia del coronavirus Covid-19, que empezó a detectarse a finales del año pasado en la ciudad china de Wuhan, se ha convertido, según la terminología de la OMS, en pandemia al extenderse, además de China, a países como Corea del Sur, Japón, Irán, Italia y otros, también en España, en Sevilla y Madrid. Según la mayoría de epidemiólogos es inevitable la extensión a la mayoría de países del mundo. Fenómenos como la globalización económica y el turismo aseguran la afectación global. Hay que ser conscientes de su inevitabilidad. La llamada gripe española de 1918 (se llamó así porque en España se informó ampliamente sobre ella, mientras que en los otros países envueltos en la I Guerra Mundial se censuró la información sobre la misma), en un mundo muy diferente, en el que aún no podía hablarse de la aldea global, la pandemia alcanzó a todo el mundo. La incógnita no es si llegará, sino en qué momento. Por otra parte es preciso señalar que la comparación entre la gripe de 1918 y la del coronavirus acaba aquí. La pandemia de 1918 causó, según estimaciones muy diferentes, entre 50 y 100 millones de muertes. En España se infectaron un total de 8 millones de personas con el resultado de 300.000 muertes (entre ellas la de mi abuelo paterno, que falleció con 30 años); la tasa de mortalidad fue de un 3,75%. Mientras que en Wuhan la mortalidad gira en torno al 3%, y reduciéndose cada día el número de infectados; la que se da en el exterior de la región china sólo alcanza el 0,7%; en toda China 77.000 infectados y 2.700 muertes; en el resto del mundo, 40 muertes. La mortalidad de la gripe común es superior a la que está produciendo el coronavirus Covid-19; en España en 2018 rondó el 10% entre los pacientes ingresados; entre 250.000 y 500.000 fallecidos en todo el mundo. Es decir, la actual pandemia tiene una mortalidad muy inferior a la de la gripe común. El elemento diferencial es que es algo más contagiosa y no se dispone de vacuna. Aunque están establecidos los mecanismos de transmisión del virus, gotas de vapor en el aire o contacto directo, parece que no está fijado con exactitud el período de incubación y que la contaminación puede proceder de un individuo sin síntomas, lo cual dificulta su contención. Las muertes suelen afectar mayoritariamente a enfermos de edad avanzada y portadores de otras patologías, aunque hemos sabido que médicos y personal sanitario también han fallecido a resultas de la infección en Wuhan. La comparación con otras epidemias de coronavirus muestra la falta de fundamento de la alarma generada. El SRAS-Cov que origina el síndrome respiratorio agudo y grave, se inició en 2002 en China, afectó a más de 8.000 personas en 37 países y tuvo una tasa de mortalidad de casi el 10%. El MERS-Cov, causa del síndrome respiratorio de Oriente Medio, se inició en 2012 en Arabia Saudita, afectó a 2.400 personas y provocó más de 800 muertos, una mortalidad del 35%. La pandemia de gripe A H1N1 de 2009 provocó 19.000 víctimas en todo el mundo.

Los empresarios mallorquines han expresado su preocupación por la repercusión que pueda tener la alarma "irracional" ante la extensión de la propagación de una epidemia que está en trance de convertirse en pandemia. Esta preocupación empresarial es cualquier cosa menos irracional. Está a la vista lo que está sucediendo, no sólo en China, donde parece que, después de una paralización generalizada de la actividad industrial, con consecuencias en la economía mundial, se vuelve paulatinamente a reiniciar la producción ante la ralentización de la transmisión de la epidemia, sólo unos 400 casos el pasado martes. La OMS ha manifestado la efectividad de las medidas tomadas en China, cuestionadas en las primeras semanas, en las que se intentó silenciar la información sobre la epidemia y se sancionó a un médico que avisó sobre la misma y, posteriormente, fue una de sus víctimas. Se presentan dos incógnitas sobre lo que va a pasar. En primer lugar de qué manera va a evolucionar la pandemia los próximos meses en países como Alemania, Inglaterra, Francia e Italia, de donde proceden la mayoría de nuestros visitantes. Lógicamente, también en España. Según todas las informaciones los casos en España son de personas que procedían o habían visitado la Lombardía, excepto un caso en Sevilla y otros dos en Madrid. Es, pues, la nuestra una situación de incertidumbre. Pero diferente de otras situaciones. No se trata de la posible competencia de otros destinos como en otras ocasiones. El miedo irracional a la pandemia afecta a todos, y siendo el turismo el sector que pueda parecer el más afectado, en realidad afecta a todos los sectores de las actividad económica. Pero lo razonable es que la situación se vaya normalizando paulatinamente en el transcurso de los próximos dos meses, especialmente si se da con la vacuna. Si así sucede es posible que sólo sea un retraso en la contratación de las reservas y una temporada turística más débil que las anteriores.

Todavía recuerdo la angustia que me embargaba en la niñez cuando seguía por la radio, en los años cincuenta, las desventuras de Renzo y Lucía, los protagonistas de Los novios, la novela de Manzoni, durante la peste milanesa de 1628 y 1630, con los horrores de los cuerpos infectados, los bubones, el miedo al contagio, los carros que acarreaban a los muertos, las lúgubres campanadas de las iglesias, los entierros con cal viva. La muerte se presentaba como algo que se cernía sobre cada uno de nosotros. Nada que tenga que ver con el coronavirus Covid-19.

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