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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Los defensores de Plácido Domingo

Mientras en EE UU escucharon a las víctimas de acoso sexual del tenor y se distanciaron de él, aquí políticos y altos cargos de Cultura le dieron un amplio margen de confianza. Les toca actuar tras el mea culpa del artista

No somos por estos lares de curarnos en salud, ni siquiera con pandemias en ciernes. Por eso que nos pille el toro también forma parte de nuestra fiesta nacional. Los americanos son otra cosa. Ellos no ponen la mano en el fuego por el prójimo con tanta facilidad. Cuando el verano pasado nueve mujeres primero y otras once después denunciaron que el tenor Plácido Domingo les había sometido a abusos sexuales bajo la amenaza de acabar con sus carreras si no consentían, en los escarmentados Estados Unidos se escuchó a las mujeres. En Europa, en cambio, se puso la oreja a las débiles argumentaciones exculpatorias del artista, incluido aquel "algunas conductas del pasado se ven hoy con otros ojos". Se consideró que el divo sufría un efecto de la terrible ola de puritanismo que ha levantado el movimiento #metoo patrocinado por feministas locas en la primera potencia mundial, que amenaza con llevarse por delante el arte con mayúsculas y a sus primeros espadas. Allí se dudó del cantante y aquí de las víctimas, nada nuevo bajo el sol. La investigación abierta por el sindicato norteamericano de la música para conocer la veracidad de los comportamientos depredadores de Domingo ha dado resultados con rapidez, confirmando que acosó al menos a 27 mujeres mientras ocupaba la dirección de la Ópera de Washington y la de Los Ángeles. Pero más veloz ha sido el acusado, de 79 años, que ha reconocido los hechos y aceptado "toda la responsabilidad" por los episodios relatados en las denuncias, pidiendo perdón a sus víctimas por el "dolor" causado y asumiendo propósito de enmienda.

El mea culpa entonado por la leyenda viva del bel canto ha cogido a unos con el paso más cambiado que a otros. Nada más estallar el escándalo, las orquestas de San Francisco y Filadelfia cancelaron sus compromisos con Plácido Domingo. En septiembre, el tenor se retiró del cartel del Metropolitan de Nueva York un día antes de alzarse el telón por las quejas de los trabajadores. En octubre dimitió como director de la ópera de Los Ángeles, institución que también ha efectuado una investigación propia sobre su conducta para con las artistas a sus órdenes, y al frente de la cual llevaba tres lustros. Mientras la carrera del músico en Estados Unidos se terminaba, Domingo halló refugio en la vieja Europa, convencida de que esto va de lírica, y no de machismo. A las dos semanas de la primera denuncia, recibió una de las ovaciones más largas de su carrera en Salzburgo y fue igualmente aclamado en Hungría. Hasta hoy. Canceladas sus actuaciones en el Teatro de la Zarzuela, el Teatro Real de Madrid, sostenido por el ministerio de Cultura, y la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, todavía mantiene su participación en La Traviata. Su nombre no se ha caído de momento del Centro de Perfeccionamiento del Palau de les Arts de Valencia. Los responsables de ambas instituciones, poco preocupados por su personal femenino, respaldaron ampliamente al artista ante unas denuncias que creyeron inconsistentes y que el propio Domingo se encargó de menospreciar con algunas entrevistas en las que rechazaba la "vulgaridad" de los cargos que se le atribuían. Ahora que ha abandonado para siempre y por voluntad propia el papel de inocente de honor mancillado, toca a sus defensores mover ficha y decidir si su voz sigue mereciendo ser aplaudida por el público, y con fondos públicos.

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