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José Pons

¿El fin de la política?

F rancis Fukuyama tituló en 1992 su ensayo como El fin de la Historia y el último hombre. Su bien conocida tesis era que con la desaparición de la Unión Soviética y con el fracaso del comunismo ya no cabía la confrontación ideológica y, por tanto, la política solo podía ser lineal.

El problema es que por aquellas fechas estaban naciendo varios fenómenos que iban a transformar el sentido de la política y que están presentes cada día en el desarrollo de la Política con mayúsculas. Por supuesto me refiero ahora y en adelante, sobre todo al mundo desarrollado, a la evolución en Europa, América del Norte y Australia pero también en parte de Asia y América Latina.

Por una parte, la izquierda europea se ha quedado en gran medida sin discurso porque las grandes aspiraciones de la socialdemocracia ya se han visto satisfechas: la educación gratuita, la sanidad para todos, el estado de bienestar, la protección de los débiles, la igualdad entre hombre y mujer, etc. No digo que no sea mejorable pero las cuestiones básicas ya están revueltas.

Por otra parte, la derecha no puede disociarse de estos logros so pena de deslizarse hasta la extrema derecha, lo que no favorece nada la captación de más votantes. La democracia social cristiana (me refiero al aspecto cultural del cristianismo y menos al religioso) que ha construido Europa con la socialdemocracia, se ha quedado muda y está siendo sustituida por una derecha más radical y algo más intolerante ante las novedades de este siglo. El ejemplo más claro es el de la política inmigratoria donde nadie tiene la varita mágica y donde el riesgo del populismo y de hacer el juego a los extremistas es muy tentador.

A este desarrollo de agotamiento del debate ideológico (salvo en algunas cuestiones de medio ambiente y cambio climático) se unen cuestiones tan controvertidas como el predomino de la información instantánea, la prevalencia de la imagen sobre el texto, el desarrollo de las nuevas tecnologías y sobre todo de las redes sociales.

Ya no es necesario el discurso político bien estructurado sino la frase ocurrente para ocupar durante varias horas los titulares de los medios digitales o para difundirla mediante un tuit. Los noticiarios o telediarios a una hora fija o los periódicos en papel tienen cada vez menos seguidores porque no pueden combatir con la actualidad cambiante cada hora.

A su vez, esto tiene repercusión en nuestros políticos. No se necesitan actores con un pensamiento político sólido, estructurado, con visión de futuro sino personajes ocurrentes, improvisadores, comunicadores capaces de conmover a la gente con una sola frase. Lo cual hace que el Parlamento pueda perder su centralidad de la vida política. Tengo la impresión de que una gran parte de los miembros del Congreso de los Diputados se aburren en las sesiones, por otra parte, cada vez más menguantes.

Todo esto nos puede llevar al peligro de la "democracia directa". Las redes sociales permiten a los ciudadanos expresarse políticamente con total libertad y descontrol y pueden crearse estados de opinión muy influyentes solo con las expresiones de las redes sociales. A su vez, los propios políticos ya no emiten comunicados sino tuits o imágenes en cualquiera de las plataformas de comunicación.

El problema es que por las redes sociales circulan muchos actores anónimos, muchas noticias falsas y muchos robots haciendo creer que hay un alto número de personas detrás de una opinión o una decisión, pero no son más que actores virtuales creados sin control. Hemos llegado a un punto que no sabemos en quien confiar.

Da la impresión muchas veces que la política y los políticos se han convertido en un fin en sí mismos y no en un medio para conseguir unos fines colectivos. Parece que el número de órganos e instituciones no están vinculados a un fin específico sino a la necesidad de colocar y recompensar a los militantes del partido de turno. Supongo que no debe de ser así pero lo parece.

Es difícil encontrar un verdadero debate político hoy en día. Es difícil igualmente que la gente preste atención a escritos o discursos de más de dos páginas. Se diría que esto ha quedado reservado para el mundo académico o científico. Por ello, cabe preguntarse qué le queda a la política de lo que fue su esencia en el pasado. Ni siquiera el debate presupuestario el que también cabe poco margen de discrepancia.

Recuerdo que cuando, como embajador en Malta, visité al ministro de Hacienda maltés me explicó que iban a bajar cuatro puntos el impuesto sobre la renta y a subir el IVA. Así como bromeando le dije que no me parecían medidas muy propias de un gobierno socialista como el suyo. Me contestó muy serio "está usted muy equivocado, lo importante es aumentar la recaudación sea como sea y si aumentamos el IVA los ricos también pagarán más que los pobres". Ya no le repliqué.

Lo que quiero decir es que hay gobiernos socialistas que bajan los impuestos y gobiernos conservadores que los suben o viceversa. Ya no es una cuestión política sino de simple gestión y ahí el problema puede ser no ya del fin de la política sino del peligro de la democracia. Si de lo que se trata es de buscar a los mejores gestores para obtener resultados puede que no precisemos de elecciones para definir prioridades. Hagamos un concurso oposición para reclutar a los mejores. Ese es el mensaje de los populistas del que debemos guardarnos como de la peste.

Pero el peligro está ahí. Recuerden que Xavi, el exfutbolista del Barcelona dijo hablando de Qatar "no es democrático, pero funciona". Obviamente fue mucho mejor futbolista que analista político, pero es un mensaje que puede calar entre mucha gente. Al fin y al cabo, la ignorancia es muy atrevida y hay quienes saben cómo aprovecharse de ella.

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