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Tomaterror en el hipermercado

Huevos de gallinas de granjas de Eivissa. Unas patatas que quitan el sentido. Lo mismo que las coliflores. O los tomates. Eso por no hablar de los melones y sandías que, en verano, llegan directamente del campo de la isla. Es lo que encuentro, por suerte, en los dos pequeños supermercados que hay cerca de casa. No sólo se preocupan de que en su zona de frutas y verduras haya productos cultivados en un máximo de 30 kilómetros a la redonda sino que, además, les ponen unos letreros monísimos. Un poco más grandes que los otros y, la mayoría de las ocasiones, escritos a mano. Además, en uno de los supermercados, a un lado de las cajas llenas de zanahorias, cebollas, pepinos, calabacines, aguacates... hay información sobre la cooperativa de agricultores de la isla que les sirve esos productos. Muchos días las propias empleadas se encargan de avisar a los clientes: "Hoy nos han traído unos tomates que te va a quedar el gazpacho de estrella Michelin", "no te vayas sin patata, hazme caso", "llévate coliflor, que aún respira"... Y sí. No hay punto de comparación. Un día, el pasado verano, de hecho, regresé a llevarme todos los tomates ibicencos que quedaban. No eran los más brillantes ni perfectos, pero ¡cómo estaban! Nada que ver con esos tomates lustrosos y esaboríos de las grandes superficies que, según los propios agricultores ibicencos, les sangran cuando se trata de vender producto local. Ellas se lo pierden. Y nos pierden. Tomaterror en el hipermercado, frutor en el ultramarinos, lo autóctono ha desaparecido, y todos saben por qué ha sido... ¡Oooooooh! ¡oooh!

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