Torra, cumpliendo seguramente las consignas que recibe de Puigdemont, está utilizando una hábil estrategia para boicotear los acuerdos de negociación que Esquerra Republicana de Cataluña suscribió con el PSOE, y que posibilitaron la abstención de este partido nacionalista en la votación que consumó la investidura de Pedro Sánchez.
El presidente de la Generalitat, que rechazó primero el acuerdo conseguido por las gentes de Junqueras con los socialistas, se ha puesto ahora al frente del asunto, no para impulsarlo sino para dificultarlo y, en la medida de lo posible, boicotearlo y frustrarlo. Una negociación que en principio debía haber sido pilotada por los republicanos está ahora a merced de todo el nacionalismo, incluidos JxCat, la CUP, la ANV y Ómnium Cultural, y Torra ya ha conseguido generar las dificultades necesarias para que el intento se convierta, en el mejor de los casos, en un diálogo de sordos: de un lado, Torra quiere reducir los temas de debate a la autodeterminación y la amnistía, y, de otro lado, está empeñado en imponer la figura del mediador, algo que Sánchez no va a tolerar. Por supuesto, Torra y sus conmilitones más enfervorizados ya han descartado que esa mesa sea la idónea para debatir las 44 propuestas que llevó Sánchez a su reunión con Torra. Se trata de no debatir aquello que sea posible acordar.
Ante estas evidencias, ERC tiene que tomar una decisión. O impone su criterio, o tendrá que resignarse a mantener su papel subsidiario a la hegemonía del rancio nacionalismo étnico y conservador. Pujol se estará partiendo de risa.
