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Juan Tapia

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Joan Tapia

Un 5 de abril menos polarizado

Urkullu y Feijóo, candidatos de los partidos dominantes en sus comunidades, parten como claros favoritos: por eso anticipan

En España estamos habituados a elecciones con mucha pasión y gran incertidumbre. Así fueron las dos legislativas del 2019 e incluso la del 2016, después de que Rajoy, ganador el 2015, no lograra ser investido.

Y en Catalunya la polarización -e incluso la trascendencia "teológica"- han sido todavía mayores. El 2015 el sí o no a la independencia lo dominó todo. El 2017, tras la Declaración Unilateral (DUI) y la aplicación del 155, el separatismo revalidó su mayoría absoluta, pero volvió a quedarse en el 47% del voto. ¡Uf!

Desde el 2015 las elecciones en España han sido casi a vida o muerte. Por el contrario, ahora en las vascas y gallegas convocadas para el 5 de abril habrá mucha menos tensión. Serán casi normales. No del todo porque las dos son anticipadas. Pero en ambos casos los que disuelven, Iñigo Urkullu y Alberto Nuñez Feijóo, no lo hacen en mala situación. Llevan dos y tres legislaturas en el poder, son gobernantes rodados y controlan el partido dominante en cada comunidad. Urkullu ha gobernado desde el 2012 mientras que Feijóo lo hace desde el 2009. Y los dos tienen incluso la misma edad. Nacieron en el 1961 y no pudieron votar en las primeras elecciones del 77.

Urkullu como Feijóo parten como favoritos, pero con diferencias. Mientras Urkullu, sin mayoría (28 escaños sobre 75), parece seguro de repetir, Feijóo, con dicha mayoría (41 escaños también sobre 75), lo tiene más complicado. Si pierde la mayoría, que no es imposible, es casi seguro que el PP perderá la Xunta.

El PNV domina Euskadi y ha gobernado siempre, excepto el interregno Patxi López (2008-2012). Luego Urkullu, y su sucesor en el Euskadi Buru Batzar (EBB), Andoni Ortuzar, han redoblado la apuesta por la moderación y la alergia a los experimentos (el pecado Ibarretxe). El PNV ha decidido ser un partido de gobierno en Euskadi... y contribuir a la gobernabilidad de España ya que ha apoyado sucesivamente y sin complejos tanto a Mariano Rajoy como a Pedro Sánchez. Siempre con calculadores y constructivos portavoces en Madrid, cree que le interesa más ayudar (y condicionar) a Madrid que soñar con el Estado Libre Asociado.

Ahora tiene 28 escaños y gobierna en coalición con el PSOE (9). Juntos -y en satisfactoria comunión- tienen 37 diputados. Les falta uno para la mayoría absoluta. Urkullu ha decidido anticipar por dos razones. Una, porque no cree que la tensión de las próximas elecciones catalanas le vaya a beneficiar. Tensión no rima con gobierno tranquilo y podría dar más aire a Bildu, que es la segunda fuerza y exhibe más ardor nacionalista, pero que ha capitalizado menos de lo que esperaba el fin de la violencia. La otra razón es que las encuestas son favorables (sin excesos) al PNV y al PSOE. Mejor pues una campaña corta que otra larga. Mejor el 5 de abril, que ya se toca, que después del verano.

En Galicia, el PP también es dominante, por los dieciséis años de Fraga y los doce de Feijóo. El PP gallego es regionalista tranquilo y no es un centro que mira en todas las direcciones (como el PNV) sino una derecha instalada que, al contrario que el PP de Aznar o de Casado, está atento a no ahuyentar a electores centristas o a movilizar a la izquierda. Por eso es un factor moderador (¿rajoyista?) en el PP español. Y eso le va bien a Feijóo, que ya ha tenido tres mayorías absolutas (2009, 2012 y 2016).

Su talón de Aquiles es que si pierde la mayoría absoluta, como le pasó a Fraga en el 2005, es casi seguro que perderá la Xunta frente a un PSOE apoyado por la izquierda y el BNG.

Feijóo es gallego y pegar sus elecciones a las vascas ya le ha ido bien tres veces. También tiene encuestas más bien favorables y cree que una campaña corta le conviene. Y la tensión de las catalanas podría animar el voto a Vox, ahora casi inexistente en Galicia. ¿Por qué darles ocasión de agitar el miedo a la ruptura de España? Un gran analista de la política gallega me dice que Feijóo no teme nada a Cs y poco a una subida de la izquierda. Sí le preocupa algún ligero traspaso de votos suyos a Vox que podría restarle escaños, incluso aunque al final la extrema derecha no entrara en el parlamento. Eso podría hacer que la izquierda lograra el último diputado en más de una provincia. Y su encuesta le da 39 escaños, sólo uno por encima de la mayoría.

La victoria de Urkullu ayudaría al gobierno Sánchez. La de Feijóo sería buena para el PP, aunque quizás menos para Casado. La derrota del gallego sería un horror para el PP... y quizás mala para Sánchez porque podría dar a Vox más peso en la derecha.

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