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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Pablo Casado tiene la derrota garantizada en Galicia

El presidente del PP se las ve con unas elecciones las gallegas que no puede ganar sea cual fuere el resultado: si Núñez Feijóo reedita mayoría absoluta, malo; si la pierde, peor

Al PP de Pablo Casado la anticipación de las elecciones en el País Vasco y Galicia le ha abierto una crisis mucho más profunda de lo que ahora parece percibirse. La decisión de Alberto Núñez Feijóo de subirse al carro de Urkullu ha puesto en tesitura imposible al actual presidente del primer partido de la derecha española. Veamos: si el PP de Galicia, que no es el de Casado, sino el de Núñez Feijóo, reedita la mayoría absoluta, lo que se considera probable, el presidente gallego se erigirá nítidamente como el contrapoder a la actual dirección del PP. Casado y su derechizada corte tendrán una alternativa potente capaz de frenar muchos de sus proyectos consistentes en conducir al partido a las estribaciones de Vox, porque Casado campa tan a la derecha como pueda hacerlo Abascal, solo que trata de disimularlo, alguna que otra vez, para que el partido no le reviente. Pero si la mayoría absoluta se les escurre a los populares, y es posible por primera vez en mucho tiempo, el que perderá será él, pues Núñez Feijóo habrá sido arrastrado por la derechización impuesta por Casado. Este no puede ganar en Galicia en ningún caso.

Queda una tercera alternativa, la peor para el PP, la menos plausible, consistente en que, quedándose a las puertas de la mayoría absoluta, dependa de los diputados que tal vez obtenga Vox. ¿Qué hará en ese caso Núñez Feijóo? ¿Aceptará su respaldo? Si de Casado dependiera, sin ninguna duda, solo que será decisión del actual presidente de Galicia; éste juega con otras cartas, más semejantes a las que exhibe la otra derecha europea, que se declara incompatible con la extrema derecha y lo practica hasta el extremo de desencadenar una crisis descomunal en Alemania después de lo acaecido en el estado federado de Turingia.

Para acabar de amargarle el inicio de la primavera y la Semana Santa a Casado, no le ha quedado otra que aceptar a Alfonso Alonso, al que detesta, como se encarga de recordar sin ambages Cayetana Alvarez de Toledo, la portavoz en el Congreso de los Diputados, de cabeza de lista en el País Vasco. El adelanto electoral la ha impedido completar la trituración de quien es considerado un pusilánime contemporizador con el nacionalismo del PNV. Lo que ocurra en Euskadi está muy alejado de la trascendencia del desenlace gallego. En el País Vasco el PP es un partido residual, que tan solo cuenta en Álava. A la derecha española le sucede allí lo mismo que en Cataluña: no está, no se la espera, es insignificante, una fuerza política sin importancia. Prescindible.

Hay otro asunto que Casado debe resolver en apenas diez días: si formaliza y cómo la coalición con Ciudadanos, reiteradamente demandada por la atribulada Inés Arrimadas, que empieza a tener una seria contestación interna. En Galicia Núñez Feijóo, que hace y deshace a su antojo, sin consultar con Génova, ya ha aclarado que lo de Galicia Suma ni se plantea. Casado no puede imponérselo. En el País Vasco Ciudadanos debería asumir el trágala del liderazgo de Alonso. Es una cuestión menor. Ciudadanos es inexistente en los territorios del PNV, que se encamina plácidamente hacia un nuevo triunfo electoral y a la casi garantizada nueva coalición con los socialistas.

Pablo Casado no ha podido hasta el momento asentarse sólidamente en la cúpula de mando del PP. De las elecciones del cinco de abril saldrá debilitado; exhibirá, en el caso de mayoría absoluta en Galicia, la especie de que su partido está revitalizado, su liderazgo incuestionado. Se verá en tal caso lo que dice y hace Alberto Núñez Feijóo. Mientras, Pedro Sánchez se asienta en Moncloa.

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