Es la reacción de un tanto por ciento bastante importante de la ciudadanía ante la clase política. En vez de tomar el Palacio de Invierno, hoy se entra en el celular del amigo. Y se van ganando adeptos a la causa a golpe de chiste. El oro día un "meme" entró en mi whatsapp. En él se podía ver a los señores Casado y Guaidó, abrazados. El caribeño le explicaba al otro que era presidente de Venezuela. El español respondía que él había cursado un máster. Ocurrencia para unos y mala uva para otros, es tan sólo un ejemplo. Hay muchos más. Seguro que ustedes pueden estar recibiendo a diario ocurrencias de este calibre. Muy probablemente hayan sonreído con ellas. Pero la momentánea carcajada no puede hacernos olvidar lo harta que está la gente. De hiperventilación crónica en que parecen vivir algunos. No se sabe si los protagonistas del escarnio digital se estarán dando cuenta o no, un sociólogo lo podría dictaminar mejor. Pero hoy en día la clase política es percibida como un problema y no una solución. Como mínimo si hacemos caso a los diferentes barómetros demoscópicos que periódicamente se van publicando. Por tanto deberíase abrir una necesaria reflexión entre los protagonistas. No sea caso que lleguemos al extremos en que el votante acabe dando la razón a Francis Fukuyama, quien abogó en su día por la muerte de la política. De la ideología. En pocas palabras, el advenimiento de gobiernos no electos. Gabinetes donde no importare tanto el ser elegido, sino gestionar bien lo que los políticos no supieron. "Con la cual cosa", continuaba el norteamericano, "imaginen la de fatuos cargos que la Humanidad se evitaría". El elogio de la dictadura, tal y como lo rebatieron sus enemigos. De gerentes, pero dictadura. Pues si la eficiencia no mejora, es posible que a eso vayamos. Gracias al hartazgo. Que hoy tan sólo produce chistes. Mañana, quizás monstruos.
