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Cinismo del bueno

La violencia contra las mujeres y la "banalidad del mal"

Los antiguos filósofos cínicos nos enseñaron que debemos vivir a contracorriente de la conducta gregaria y sus absurdas costumbres. Antístenes, por ejemplo, se burlaba de algunas tradiciones de su ciudad: los atenienses se sentían superiores a otros pueblos por tener un origen autóctono. Sus mitos sagrados afirmaban que habían surgido de la tierra.

Ericteo, el primer rey de la ciudad de Atenas, nació cuando el dios Hefesto intentó violar a Atenea, pero ella consiguió eludirlo y su divino semen se esparció por la tierra. Antístenes usó el sarcasmo contra esta tradición religiosa que justificaba el chovinismo y les dijo a sus vecinos que en nada eran más nobles que los caracoles y los saltamontes, ya que éstos también depositan sus huevos bajo tierra.

Una de las escenas más terribles de la película Zorba el griego ( Mihalis Kakogiannis, 1965) nos muestra la inmoralidad en la que podemos caer si nos abandonamos a la conducta gregaria. Irene Papas interpreta a una joven viuda que rehace su vida como puede y quiere. Las viejas costumbres sustentan un patriarcado que no acepta el empoderamiento de una mujer. Los hombres del pueblo pretenden doblegarla y la acosan como hienas. En cierta ocasión, le roban una cabra para obligarla a entrar en el bar del pueblo, en el que los machos la rodean, se ríen de ella y la amenazan.

Cuando la viuda emprende una relación con un extranjero en lugar de un lugareño, los pueblerinos la tratarán de puta; y cuando el hijo del cacique decide quitarse la viuda al sentirse rechazado, la culparán de asesina. El pueblo actúa como una masa informe donde la racionalidad del individuo se diluye. Por la mañana, frente a la Iglesia, la viuda paga el pecado nocturno de ser dueña de su propio cuerpo.

Los seres humanos guiados no por su razón, sino por la antigua costumbre de lapidar viudas pecadoras, creen estar haciendo la justicia de Dios dándole muerte. Pocas escenas me han provocado tanto miedo, rabia y asco, por partes iguales. Irene Papas, encarnación de todas las mujeres mediterráneas, termina degollada en las manos del cacique, no por haber sido una pecadora sino por no haber pecado con ellos. La violencia machista solo puede desarrollarse en el contexto de una cultura patriarcal, como por ejemplo la violencia contra los negros solo pudo ejercerse en el contexto de una cultura racista. Estas violencias no se ejercieron por causa de que negros y mujeres fueran un grupo débil, sino porque eran toleradas y legitimadas por la tradición.

A pesar de las reformas legales, la violencia contra las mujeres seguirá aflorando si como individuos no somos capaces de cuestionar la cultura que la sustenta. Ya nos lo advirtió la filósofa Hannah Arendt: la raíz del mal está en que hemos creado una sociedad que invita a no pensar sobre las consecuencias de nuestros actos. La filósofa creó la expresión "la banalidad del mal" para referirse a este fenómeno. Arendt no quería decir que el daño causado por el mal carezca de importancia, el banal es el sujeto que lo lleva a cabo. Para ejecutar una buena acción debemos reflexionar individualmente sobre lo que es justo; en cambio, para realizar un mal sólo hay que renunciar a pensar y obedecer ciegamente. Dejar de pensar por uno mismo, ser incapaz de ponerse en el lugar del otro, ha sido la causa de las mayores atrocidades que ha cometido el ser humano.

Después de asistir a la celebración del juicio contra Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y uno de los encargados de ejecutar la "Solución final" que llevó a millones de hombres a las cámaras de gas, la filósofa sentenció: "Lo más grave en el caso de Eichmann era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que éstos no eran pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terroríficamente normales".

Eichmann pudo colaborar en la masacre porque le respaldaba una sociedad que le permitió eludir la responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos. Tras la mano que abre la válvula del gas de la muerte, había un gran grupo humano que decidió no pensar, no hablar, no cuestionar; tras el gatillo que mató a Judith, último caso de violencia de genero desde que escribo estas líneas, hay una multitud de individuos cuya aspiración vital es formar parte de una masa, de una tribu, de una manada.

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