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Luis Sánchez Merlo

La dimisión de Sevilla

Cabe imaginar la reacción de los accionistas de la compañía, (Blackrock, Fidelity€) cuando les hayan comunicado la renuncia del presidente de Red Eléctrica Española (REE), empresa privada cuyas acciones cotizan en el IBEX, y en la que la SEPI (el Estado, representado por sus consejeros dominicales) controla el 20 por ciento del grupo energético.

Aunque, para no variar, se han esgrimido razones personales y nadie ha aclarado cuáles han sido las desavenencias que hayan podido estar en el origen de la dimisión, el cesante ha aludido al "desgaste" que le ha supuesto "la defensa de los intereses de la compañía", si bien alegando genéricas "restricciones externas sobrevenidas" y "discrepancias en el ámbito regulatorio que podrían afectar a la buena marcha de la compañía".

Al negarse a aceptar la interferencia, práctica tan extendida en nuestro país, el presidente dimisionario ha renunciado a un sueldo anual de medio millón de euros largo, beau geste al que no estamos acostumbrados, porque las antiguallas (dignidad, honor, urbanidad) han sido desplazadas por el boyante pragmatismo a ultranza.

No cabe distraerse con esto, porque lo que anticipan los directores de talento es que los millennials no parecen dispuestos a soportar horarios abusivos, injusticias salariales, promesas incumplidas o sacrificios no remunerados. Según un estudio de McKinsey, para la generación Z (nacidos desde el 95), su valor fundamental es el respeto por la verdad y demandan: autenticidad, honestidad y transparencia.

Resulta tranquilizador (a accionistas y contribuyentes) comprobar que, en este caso, el presidente no estaba blindado, algo estimable cuando se trata de nombramientos políticos. Así que el cesante sale sin indemnización, pues su contrato no llevaba consigo el "paracaídas dorado". Esto es así porque el agraciado con el nombramiento sabe que no le han elegido por ser el más capaz, sino el más afín. Aunque en este caso no se ponga en solfa la capacidad, demostrada, del elegido.

Si se revelan ciertas las interferencias (en relación con inversiones estratégicas de la empresa) dentro de las relaciones entre REE y la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia, la empresa deberá dar explicaciones a sus accionistas privados, en la medida en que el regulador era partidario de recortar la retribución al transporte de electricidad que realiza el operador. Más de un 7 por ciento.

El cesante se oponía, defendiendo que "recortar el gasto en inversión y mantenimiento, en la prestación de un servicio público esencial, no es el camino adecuado". Para hacerse una idea de los recortes, estos podrían suponer una rebaja en los ingresos de REE de unos 140 millones de euros a partir de este año.

En una economía de mercado, el Gobierno no debe interferir y sí limitarse a aplicar la legislación, pues el obstruido sólo se debe a sus accionistas. De ahí que en la evaluación internacional del caso se colija que un presidente renuncia por injerencias. Y produce perplejidad.

También asombra que en el sacerdocio del relativismo moral imperante, quede algún apóstata capaz de resistir maquinaciones de novatos, trapisondas de frescos y torceduras de brazos de los más desaprensivos.

En La tentación de la inocencia, Pascal Bruckner asegura que nada es más difícil que ser libre, dueño y creador de nuestro propio destino, y que las personas esquivamos nuestros deberes optando por el infantilismo y la victimización". El gesto de Jordi Sevilla le honra, por exótico. Otro, más desahogado, en su lugar habría optado por llanto y cartera llena.

La emoción, aquí, tiene que ver con la independencia como respuesta a la interferencia, en esta España actual, tan matrimonial.

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