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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El pin pan pun parental

Lo más sagrado, la educación de los niños, debería quedar fuera del barro político. El PP ya intentó enredar en la escuela pública, con el resultado de un hundimiento electoral del que aún no se ha recuperado

Cabe aclarar que cuando las derechas escandalizadas se indignan por “el adoctrinamiento a que se somete a nuestros hijos” se están refiriendo a nuestros hijos, los de la escuela pública, los míos por ejemplo, y no precisamente a los suyos propios. Los suyos a buen seguro reciben una recta y magnífica formación en valores en los colegios concertados que subvencionamos religiosamente quienes defendemos la educación laica y estatal, o en los colegios privados que jamás nos podríamos permitir, ni ganas. Los jinetes de la Apocalipsis LGTBI se refieren a nuestros hijos, los míos, que organizan el 8 de marzo tertulias sobre los derechos de las mujeres y se indignan por los crímenes machistas, que han puesto en común los distintos tipos de familias que existen en nuestra sociedad, y que han decidido dedicar el curso a estudiar por qué nos portamos tan mal con los animales, quién mancha el mar con plásticos y qué minorías viven en la calle de al lado. Nuestros hijos les dan miedo y no me extraña, pues con siete u ocho años tienen mucho más criterio que ellos, son mejores ciudadanos que ellos y saben perfectamente lo que está mal y lo que está bien. Está mal manosear lo más sagrado, o sea a los hijos de los demás y su futuro, por arañar un puñado de votos. Está fatal enfangar a los miles de educadores enamorados de su trabajo que se dejan la piel para que los pequeños desarrollen todas sus potencialidades, mermando de paso su autoridad. Está muy mal inventarse noticias falsas y hacerlas circular para espantar a los padres enfrentados a diario con la atemorizante responsabilidad de criar. Es política de muy baja estofa interrumpir la clase esgrimiendo problemas que no existen. Fuera saboteadores de nuestras aulas públicas. En cuanto puedan votar, nuestros hijos perfectamente entrenados en la defensa de sus libertades de pensamiento, expresión y opinión los van a mandar a la cola del paro.

En el naufragio ético de las derechas, las mujeres y los niños, primero. Como sujetos pasivos a los que hay que proteger de los peligros que les acechan. La política melodramática necesita héroes facilones, y de esos tenemos a espuertas. Más les valdría salvarse ellos, pues día a día refuerzan su propia caricatura. La infantilización del discurso político de Vox entra dentro de la lógica porque sus dirigentes saben que como compliquen su mensaje y lo hagan mínimamente sofisticado se extinguirán. Me extraña, sin embargo, el seguidismo del PP de Pablo Casado, que sin ir más lejos en Balears todavía no se ha recuperado del hundimiento que se autoinfligió siguiendo la locura anti escuela pública de un tal José Ramón Bauzá. ¿Alguien le recuerda? Él también creyó que podría enredar con la lengua en que se desarrollan los proyectos educativos en Balears, y recibió el respaldo de media docena de familias. Él también denunció el adoctrinamiento marxista en la enseñanza y se encontró a cientos de miles de personas circulando en dirección contraria, y enseñándole la puerta de salida. Él usó a nuestros niños para dar miedo y perdió las elecciones. No hace falta ser un alumno sobresaliente para saber que con las mismas variables vas a obtener idéntico resultado.

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