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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Sobre los vetos parentales

La querella entre la política y la familia es tan antigua como la Biblia y Platón

Araíz de la polémica suscitada por el veto parental y las no menos extrañas declaraciones de la ministra Isabel Celaá ("los niños -dijo- no son de los padres", sugiriendo que pertenecen al Estado), el profesor Armando Pego publicaba en Twitter una cita del Allan Bloom que permite enmarcar este debate en la vieja querella entre Atenas y Jerusalén como origen de Occidente: "La República de Platón -apunta Bloom- expone un plan imposiblemente radical para eliminar la familia en nombre de la ciudad y así superar la tensión creada por el dualismo. La Biblia es un intento de resolver ese problema en la otra dirección, la de la familia". Se trata, en efecto, de una cuestión insoluble, ahora igual que en el pasado, y cuya única salida pasa por mantener un frágil equilibrio al margen de leyes universales de carácter abstracto. No cabe duda de que la propuesta de Vox responde a una agenda política determinada que busca -me temo- intensificar la polarización. Por supuesto no se trata de un privilegio exclusivo suyo, sino que procede de esa especie de acervo común a la política moderna, tan empeñada en fijar trincheras culturales a favor de los extremos mientras desacredita a los moderados. Como en una escalada bélica, la ruptura ideológica termina convirtiendo a los ciudadanos en partisanos y al oponente político en enemigo. La democracia iliberal se construye con estos mimbres, de los que -me temo- casi ningún partido se encuentra exento en mayor o menor grado.

Por muchas razones la propuesta de Vox constituye una mala idea -y un motivo no menor es que plantea el debate sobre un problema que no cuenta con ninguna solución ideal-; aunque, al mismo tiempo, también cabe preguntarse qué sucedería si un Estado no contase con mecanismos efectivos de autocontrol o no quisiera aplicarlos por uno u otro motivo. Tiene razón Fernando Savater al observar que "uno de los más importantes objetivos de la educación es que los niños conozcan las alternativas que existen a los prejuicios de sus padres. Sobre todo en el campo de los valores cívicos". Pero también es posible plantear el argumento contrario, a saber: que uno de los objetivos más importantes de la educación debería ser que los niños conocieran las alternativas a los prejuicios dominantes en una sociedad determinada, siempre que esas alternativas sean plenamente constitucionales y, por tanto, legítimas. Insisto: nos encontramos ante un conflicto sin solución ideal, por lo que conviene fiarse del sabio criterio de la prudencia.

Lo dramático del momento actual es la continua dramatización de la realidad, que empieza a parecerse a un muñeco monstruoso. Cuando todo es motivo de emergencia, el presente empieza a ser percibido como un ente odioso y desagradable, como una fuente de tiranía constante o como un miembro gangrenado que es preciso amputar. Es una idea extremadamente peligrosa que haríamos bien en rehuir cuanto antes. Las sociedades se construyen sobre amplios mitos comunes que conjugan con inteligencia el tesoro de la diversidad humana. Hacer lo posible por integrar las diferencias y por respetar la pluralidad es el camino propio del espíritu liberal que se resiste al sectarismo y se empeña en construir puentes, ampliando los espacios razonables de libertad y justicia. Eso y no la incesante teatralización de la política debería ser el objetivo inmediato de nuestros gobernantes.

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