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Matías Vallés

Al Azar

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'Gloria' salva Sant Sebastià

El ataque de la borrasca Gloria ha supuesto una seria decepción, en una isla que ya sufrió su apocalipsis en Sant Llorenç. No se han cumplido las previsiones catastróficas, a excepción de alentar la quimera de que el Mallorca es un equipo digno de la Liga. El huracán ha infligido menos daño que la acción coordinada de los políticos en el mismo lapso. La benéfica lluvia servirá para duchar en verano a quince millones de turistas pero, sobre todo, cabe agradecer al temporal que haya salvado la dignidad de Sant Sebastià al cancelar de facto la Revetla del domingo.

El sentido del humor mallorquín consiste en celebrar las fiestas patronales en enero, fiándolas a la inexistencia del invierno que mató a Chopin. La Revetla es prosaica, desganada, familiar, exhibe un cartel musical sonrojante y encima está controlada por los partidos políticos. La tímida Gloria ha demostrado que los palmesanos recurrirán a la mínima excusa para ahorrarse la vergüenza de ser identificados con el pálido festejo. Netflix derrotó el domingo a los foguerons por cien a uno.

La autoliquidación de Sant Sebastià no evitó una trascendental polémica sobre la suspensión oficial de las fiestas, una precisión insultante para los palmesanos que se desengancharon del infausto ceremonial sin necesidad de ser pastoreados. La controversia mide la altura nívea del debate político. Contemplar a un teniente general como Fulgencio Coll, que ha guerreado en África y Asia bajo condiciones extremas, asustado por una tormenta y exigiendo la retirada de las tropas nocturnas, plantearía serias dudas a quien no compartiera nuestra fe ciega en el ejército español. La fiesta debía continuar, para que el vacío fuera más atronador en una Revetla que se arrastra por inercia. Mientras, la celebración real y pagana del santo gay asaeteado gravitaba hacia la autenticidad subversiva de las cofradías, ni Netflix puede con el anarquismo palmesano.

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