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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Optimistas, pesimistas, escépticos

Están pasando cosas imprevistas para todos y todas. El proyecto europeo en desconcierto absoluto; el racismo y la xenofobia, la intolerancia, el sálvense el que pueda, son los "valores" dominantes

Nos ha tocado vivir y convivir en un mundo complejo y variable. Durante siglos las estructuras sociales se mantuvieron estables; los límites y estándares instaurados por las mismas eran inalterables y hasta cierto punto también incuestionables. La sociedad estaba compuesta por instituciones rígidas donde se valoraba lo perdurable, la unión, la tradición y la capacidad de comprometerse a largo plazo. Gran parte de las luchas del ser humano en la época reciente consistieron precisamente en intentar desquebrajar estructuras y modificar pautas que regulaban la vida social y que paulatinamente la petrificaron limitando drásticamente las posibilidades del individuo dentro de la misma. La modernidad celebró la capacidad de derretir todas las instituciones que se mantenían congeladas. El humanoide no acepta sin más un molde preexistente sino que pretende crear el suyo propio, cambiándolo las veces necesarias. La solidez, sinónimo de estancamiento, fue rebasada y el hombre se entregó al fluir indiscriminado de la modernidad, al torrente que lo desafía con su cada vez mayor velocidad. Pero lo viejo no acaba de morir; y lo nuevo no acaba de nacer. Vaso medio lleno, vaso medio vacío.

Están pasando cosas imprevistas para todos y todas. El proyecto europeo en desconcierto absoluto; el racismo y la xenofobia, la intolerancia, el sálvense el que pueda, son los "valores" dominantes. Unos resultados electorales desconcertantes, pérdida de referendos contra todo pronóstico, avance de fuerzas políticas reaccionaria. El mundo que estamos (o nos están) creando es absurdo e insostenible, si continuamos sobreexplotando los recursos del planeta, y no damos importancia al cambio climático. Aquí y ahora, aunque vivamos mucho mejor que otros, la igualdad real de oportunidades es un mito.

La primera constatación es que lo "novedoso" provoca desconcierto no sólo al humanoide corriente sino también a las élites, las viejas y las nuevas. Frente a tales realidades, gran parte de las instituciones/ organizaciones (incluidos sus líderes) están desconcertadas no entienden lo que está pasando.Viven en entornos cerrados que les impiden ver lo corrosiva que es la persistente desigualdad y la diferencia de oportunidades.. No hay experiencias compartidas ni visión de conjunto; tan solo la comodidad privada, de una parte, y el sufrimiento invisible, de la otra. En pleno siglo XXI pretenden dar "soluciones" (¿) propias del siglo XX.

Las élites políticas y económicas de origen y talante derechizante argumentan que las iniciativas y propuestas desde el ámbito progresista son absurdas y regresivas. También la izquierda socialdemócrata y progresista, política y social, aunque puedan estar por la labor, tiene dificultades para diseñar y proponer un proyecto propio capaz de llegar a acuerdos transversales con otras fuerzas políticas y sociales. Las consecuencias de esta ruptura es la incapacidad de entenderse unos a otros, no solamente desde el punto de vista de compartir objetivos comunes, sino también desde la capacidad y/o voluntad de hacerse cargo de lo que les pasa a los otros, de las razones de su malestar. La consecuencia suele ser dejarse seducir por ofertas políticas de talante populista que no representan ninguna solución. Véase como escenario la realidad sociopolítica que vivimos. Actitudes radicales frente a un gobierno de coalición de talante progresista, que a unos gustará más y a otros menos, pero que es absolutamente legítimo, aunque algunos no lo consideren así, simplemente porque es el resultado de unas elecciones democráticas donde los ciudadanos no dimos la mayoría absoluta a nadie y optamos por un parlamento plural y diverso, donde el PSOE fue el partido más votado.

Tal sociedad "novedosa", repleta de inseguridades e incertezas, no permite optimismos vacuos, pero tampoco pesimismos radicales. Bauman, uno de los mejores analistas de la sociedad "liquida", no se instaló en un pesimismo radical. Desde luego no fue un optimista "antropológico", ni veía brotes verdes por doquier. Son palabras suyas : "no me gustaría que lo que digo acabara por cumplirse, preferiría evitarlo, hacer reaccionar a la gente. No he perdido la esperanza, No me puedo imaginar la raza humana sin esperanza". Y se instala en un escepticismo activo porque aunque lo viejo no acaba de morir, lo nuevo puede surgir aunque de momento no acaba de nacer. Itinerarity, otro excelente analista, juega con las palabras:"optimismo escéptico" y/o "pesimismo escéptico". El factor común es un escepticismo "activo", que sabe manejar de modo inteligente (y por tanto con cierta dosis de duda) el vaso medio lleno y/o medio vacío.

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