Antes de que la policía active a Mortadelo y Filemón, para neutralizar con atestados esotéricos a los denunciantes de la prostitución bajo tutela que se lleva a cabo en los centros de acogida del Consell, conviene preguntarse sobre los usuarios de este reclutamiento de adolescentes en granjas sexuales pagadas con fondos públicos. Sin cometer el error de principio y de principiante de restringir a las menores el comercio carnal en serie ocultado a la ciudadanía. En realidad, el tráfico con los menores varones presuntamente custodiados explica que la situación haya degenerado sin interrupción. Hasta que llegó el caso de Corea.
Recuerde que la red que contamina el área de servicios sociales del Consell ha sido denunciada por los escalones de base en las esferas administrativa, policial y judicial. Sin embargo, y para frustración de quienes han vivido impotentes el desarrollo de la hidra, sus empeños nunca filtraban a los escalones superiores. Y salvo que usted peque de la inocencia de pensar que una mafia de estas dimensiones se construye para saciar las ansias bárbaras de los cachorros de Corea, deberá preguntarse de nuevo por los verdaderos usuarios de la red tutelada.
Se necesitan agarraderos muy poderosos para manipular y comprometer a todas las instituciones implicadas, hasta el punto de lograr un silencio sin fisuras, y esa cara como de sorpresa compungida que comparten quienes fingen escándalo ante el entramado que han tolerado. Si se trataba de una perversión controlada de los servicios públicos, el Consell y demás poderes debieron comunicarla al respetable en alguna de sus centenares de comparecencias públicas. Hasta el último día han enarbolado el cinismo de que la red tutelada podría infiltrarse en las mejores familiares. Es cierto, sobre todo si beneficiara a los mismos usuarios que la muy vigente.
